Tras los Congresos de PP y Podemos

Este último fin de semana, la actualidad política ha estado centrada en los congresos de dos de los partidos que dominan el panorama político español. El Partido Popular y Podemos, cada uno representante de intereses opuestos dentro de las élites dominantes de este país, cada uno con una situación diferente en clave interna, cada uno con sus apoyos y sus enemigos, decidían los rumbos que tomarán a partir de ahora.

El 18º Congreso del PP (sí, han durado tanto) definía un rumbo ya establecido de antemano, y en la que la única incógnita residía en el papel de Cospedal dentro de la organización del Partido, al compaginar su cargo de Secretaria General con el Ministerio de Defensa. Esta cuestión ha sido, sin lugar a dudas, una lucha entre dos facciones dentro del PP que se ha minimizado o directamente ignorado entre los medios de comunicación, en un esfuerzo de presentar una imagen de unidad en el partido en el gobierno. Casi 200 enmiendas de las 4.000 presentadas se basaban en la "incompatibilidad de cargos", en un esfuerzo de controlar el poder de la Secretaria General. La solución, al final, ha sido crear una nueva figura que coordine la situación interna de los "populares", sin que la Secretaria General pierda realmente poder dentro de la formación azul.

Por lo demás, unos textos con más buenas palabras que hechos (como nota de humor baste señalar que han aprobado la defensa del carbón nacional después de todos los esfuerzos por acabar con la minería en España). En cuanto a la juventud, los vanos intentos del PP de involucrar a políticos más jóvenes (como Pablo Casado o Andrea Levy), así como sus intentos de "modernización" (posibilidad de primarias, incompatibilidad de cargos, mayor democracia interna...) reflejan a un partido con un electorado mayor de los 50 años de media en rejuvenecer su imagen para sobrevivir en un futuro. Varias de sus medidas y de las enmiendas presentadas también hacían referencias a la necesidad de impulsar políticas de juventud en ese mismo sentido de recuperar la confianza de los jóvenes.

La otra cara de la moneda, Podemos, ha tenido una situación similar y diferente a la vez. Las tensiones entre facciones de la formación morada sí se han presentado e, incluso, magnificado. No es que Podemos suponga una opción de gobierno anticapitalista, ni siquiera anti-stablishment. Se trata de una formación que no discute el papel de los monopolios, pero que no es indispensable para mantener el dominio de los grandes empresarios y banqueros en España. Su rol no es, por el momento, gestionar el capitalismo español, sino contener las luchas populares en los centros de trabajo y en los barrios que han depositado su confianza en las urnas en vez de en la calle, esperando que -por fin- alguien cumpliera su palabra.

Esta situación de necesidad de contención pero no de gobierno ha obligado a los medios a ahondar en la división interna para mostrarlo débil a la sociedad, como una lucha entre "dos almas", obviando que pretendían hacer lo mismo y usando los mismos medios. El debate no ha sido otra cosa que ver si, entre lucha institucional o impulsar huelgas, se decidía dar más importancia a una o a la otra, con unas medidas accesorias en cuestión de transversalidad y confluencias con otros partidos. Hubiera ganado quien hubiera ganado, la estrategia era la misma. Eso sí, la división interna va a ser importante igualmente. Al final, el "duelo" se lo ha llevado Pablo Iglesias, que controla buena parte de la nueva dirección en detrimento del sector "errejonista".

A pesar de todo ello, el "gancho" que tienen con la juventud (es indudable que saben hablar al electorado joven y usar las nuevas tecnologías para comunicarse con ellos) les asegura una posición de fuerza para futuras elecciones. Tal vez por ello las referencias en los documentos de las diferentes propuestas a los jóvenes son muy pocas y bastante vagas: Del electorado joven poco más podrán rascar, así que es obvio que necesitan, en esta nueva fase de expansión, acercarse más a otro tipo de electorado.

En definitiva, en este fin de semana se ha podido presenciar cuál es la situación política en España: Ya no hace falta cambiarlo todo, ahora basta con "no cambiar nada para que no haya nada que cambiar". Dentro del impasse político en el que nos encontramos, dos de los partidos principales del capitalismo español han optado por la opción más continuista, que es la que por el momento les ha ido bien. El próximo Congreso del PSOE en unos meses, más allá del marujeo sobre Pedro Sánchez o Susana Díaz, tiene pinta de ser más de lo mismo. Si las fuerzas del poder no cambian, si ni siquiera nos dedican una mínima atención más que cuando necesitan nuestros votos, ¿a qué estamos esperando los jóvenes españoles para cambiar nuestra situación?

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