Cada año, sobre estas fechas, los telediarios abren las noticias con la misma historia: Nuestros bosques arden. Siempre la misma historia, pero que esto ya sea casi una tradición no le quita importancia, todo lo contrario, lo agrava.
Descorazonados ante las llamas, miles de personas del medio rural, hacen lo que pueden con las fuertes rachas de viento que traen el fuego a sus bosques, a sus cultivos, a sus casas.
Del fuego no se libra nadie, si acaso, los culpables. Sí, efectivamente, porque existen culpables, clara evidencia de ello es un vídeo grabado por unos gallegos en el cual ven como, simultáneamente, aparecen siete focos diferentes. Justo en una ola de calor, justamente cuando el viento sopla con fuerza, aparecen en la loma de la misma montaña siete incendios diferentes. Yo, personalmente, no creo en las coincidencias.
De todas formas los datos son bastante contundentes, todos los años se declara que entrono al 90% de los incendios son intencionados y que en casi ninguno de los casos se halla a los culpables.
Pero lo realmente importante es la causa del problema ¿quién se puede beneficiar de la quema de los montes? Desde que la ley permite construir en los bosques quemados se ha culpado a las constructoras. También se acusa a los ganaderos, que desean convertir los bosques en futuros pastos. No obstante, cuando se queman zonas donde no es posible construir, cuando el ganado y sus pastos también sucumben a las llamas, entonces, ¿quién se beneficia?
Resulta, por sorprendente que parezca, que buena parte de los trabajos de extinción de incendios no los realizan empresas públicas. No son parte del servicio de bomberos forestales, sino que, por el contrario, son trabajos realizados por empresas privadas, las cuales están subcontratadas por el Estado.
Llama la atención que quieran rebajar las condiciones laborales de los bomberos forestales cuando, al mismo tiempo, se están gastando verdaderas fortunas en pagar ciertos servicios privados, que bien podrían ser públicos.
Y es que por un buen incendio, estas empresas privadas, pueden cobrarle al Estado una media de 50.000 euros la hora. Varios días de fuego, 24 horas todos los días, con los hidroaviones de estas empresas trabajando sin descanso. Hagan las cuentas. Seguramente sea más barato duplicar o triplicar el número de guardas forestales destinados a la previsión de incendios.
Para muchos esto será una locura, una conspiración sin sentido. ¿Cómo puede haber gente dispuesta a quemar los bosques de su región, arruinar la vida de algunas personas, por sacar beneficios económicos?
Es cierto, es una locura. También es una locura lo que han hecho los bancos con las preferentes, o el rescate de 40 millones a Bankia, o que el gobierno esté vaciando la hucha de las pensiones. Son la clase de locuras que se comenten en nuestra sociedad, una sociedad que antepone el beneficio económico al bienestar social.
Y aunque el número de incendios y hectáreas calcinadas ha ido aumentando exponencialmente desde la puesta en marcha de la Ley de Montes, existen a su vez ciertas iniciativas para evitar los incendios como por ejemplo (Fo)Rest In Peace un juego de palabras en inglés que viene a significar "Bosque R.I.P." . Esta iniciativa, impulsada por los bomberos forestales, consiste en convertir los bosques calcinados en cementerios, de tal forma que la ley impida construir en ellos. Si bien este tipo de medidas pueden frenar hasta cierto punto la especulación urbanística que acecha nuestros bosques, no acaba de resolver el problema.
Un problema que no tiene solución cercana aparentemente y que desde luego no es posible solucionar si no se produce un cambio de mentalidad que haga públicos todos los servicios de extinción de incendios (entre otras cosas por son de interés nacional) e incida en la prevención, mejorando las condiciones laborales y el material de los bomberos y guardas forestales.
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