El próximo 31 de diciembre se cumplirán 22 años desde que la clase obrera internacional sufrió uno de los mayores reveses de su historia: el triunfo de las fuerzas contrarrevolucionarias en la Unión Soviética. Esto no solo supuso un retroceso para los trabajadores/as soviéticos, sino que lo fue también para el resto del proletariado internacional.
Corría el año 1991 cuando en el mes de marzo se celebra un referéndum sobre la pervivencia o no de la URSS dando como resultado más del 90% de votos favorables en algunas repúblicas y alrededor de un 78% de votos a favor del mantenimiento de la URSS en el total del territorio soviético, teniendo en cuenta que los gobiernos de las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) boicotearon su elección (*).
A pesar de los resultados claramente favorables a la preservación de la URSS, el 8 de diciembre de ese mismo año, en Belovezh, una pequeña localidad bielorrusa, los presidentes Boris Yeltsin, Leonid Kravchuk de Ucrania y Stanislav Shushkévich de Bielorrusia firman un acuerdo por el cual se disuelve la URSS y se establece la llamada Comunidad de Estados Independientes (CEI).