Rosa Parks y los autobuses de Montgomery. El boicot como herramienta de lucha

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Un día de diciembre de hace ahora sesenta años Rosa Parks se negaba a ceder su asiento en la parte delantera del autobús al hombre blanco que se lo exigía. Conforme a lo escrito en la ley el conductor de ese autobús llamaba a la policía y la señora Parks era expulsada y detenida por incumplir las leyes de segregación racial del Estado de Alabama. Comenzaba así un gran movimiento de protesta por los derechos civiles de los negros en Alabama y uno de los boicots más relevantes de la historia de Estados Unidos, el Montgomery Bus Boycott.

De clase trabajadora, mujer y afroamericana Rosa Parks sabía de sobra lo que suponía vivir en Estados Unidos sufriendo esa triple opresión. Ese 1 de diciembre de 1955 cuando volvía a casa de su trabajo como costurera decidió no levantarse cuando le exigieron ceder su asiento a un hombre blanco, sabía lo que eso suponía. Militante de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) Rosa Parks conocía bien las leyes racistas que le obligaban a sentarse en la parte trasera del autobús bajo pena de arresto por su incumplimiento. Su detención desencadenó un huracán político y social que marcaría la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos.

Las acciones individuales como la que sucedió en Montgomery aquel día tienen un valor simbólico importante, y suponen una parte de cualquier lucha política o social, pero lo que está claro es que no sirven de nada sin una organización y una lucha colectiva que los coordine y les dote de una estrategia y dirección. Los líderes negros (entre ellos Martin Luther King) sabían esto, y no dudaron en utilizar el arresto de Rosa Parks como desencadenante de una campaña política a nivel colectivo cuyos resultados sobrepasaron los de cualquier acción individual. Esta campaña se materializó en un boicot organizado al servicio de autobuses que siguieron todos los afroamericanos de la ciudad.

Con unas reivindicaciones concretas que se resumían en: el fin de la ley segregacional en los autobuses, contratación de conductores afroamericanos, y trato cortés de los conductores a las personas negras, las organizaciones por los derechos civiles sabían que amenazando el beneficio económico de la empresa de autobuses se posicionaban en una situación de poder para lograr sus objetivos. En ese momento la mayor parte de los usuarios del servicio de transporte eran afroamericanos, y el boicot suponía que los autobuses quedaran prácticamente vacíos, así como las tiendas situadas en las proximidades de las paradas. Se habían dotado de una potente herramienta de lucha.

En auto-stop, en bici, taxi o incluso caminando las comunidades negras apoyaron masivamente la campaña de boicot. Se organizaron servicios de coches compartidos, conductores voluntarios llevaban a la gente a su trabajo, e incluso los taxistas negros se ofrecieron a llevar a sus hermanos por tan solo el precio que costaba el autobús, diez centavos. A su vez por todo el país se organizaban plataformas de apoyo que servían para sostener económicamente la campaña. El éxito del boicot no tardó en general sus consecuencias; cuatro iglesias bautistas, la casa de Martin Luther King (en ese momento líder de la campaña) y la de Ralph Abernathy fueron incendiadas. A su vez, el Estado ejercía su propia represión y detenía a noventa militantes del boicot por "conspiración e interferencia con el negocio". A pesar de la dura represión la campaña de boicot continuó hasta conseguir sus objetivos.

El 13 de noviembre de 1956, casi un año después de la decisión de Rosa Parks de no levantarse de su asiento la Corte Suprema declaraba inconstitucionales las leyes segregacionistas de Montgomery (Alabama). Ese mismo día las personas afroamericanas lograban sentarse en la primera fila de los autobuses sin penalizaciones legales. Tristemente, aún con el éxito y el apoyo conseguidos por este tipo de campañas, acaban por no dar una solución definitiva al problema, ya que no van dirigidas a cambiar el propio sistema que las genera. Tras una respuesta violenta en forma de ataques, disparos e intimidaciones hacia los afroamericanos la segregación en los autobuses continuó, las clases dominantes de Estados Unidos no iban a ceder sus privilegios de una forma tan fácil, pese a lo declarado formalmente en la ley. Un tiempo más tarde la propia Rosa Parks ante las amenazas de muerte y la imposibilidad de encontrar trabajo en Montgomery decidió mudarse a Detroit.

La historia del Montgomery Bus Boycott nos deja varias enseñanzas para nuestra propia lucha y trabajo diario. Por un lado la necesidad de una lucha colectiva organizada que supere las iniciativas individuales, y por otro la certeza de que sin atacar el sistema económico que los genera estos problemas realmente no se solucionan. Son enseñanzas valiosas que se deben aplicar tanto aquí como en el propio Estados Unidos, país en el que miles de jóvenes afroamericanos siguen llenando las cárceles y muriendo indiscriminadamente a manos de policías blancos, y es que el sistema que lo genera sigue igual de vivo que hace sesenta años.

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