Esta vez, en Tinta Roja, queremos hacer un pequeño homenaje al que fue el padre de la pintura realista y más tarde de las principales influencias para los artistas del realismo socialista.

 Hoy sus escenas de desnudos, paisajes y crónicas de la vida de la época pueden llegar a pasar desapercibidas con todo lo que ha pasado con el arte durante el último siglo, pero la provocación y el cinismo que en su momento escandalizaron a los críticos contemporáneos siguen en cada pintura que nos ha quedado de él. Al fin y al cabo, hoy no nos resulta un choque ver escenas cotidianas ocupar los formatos que en la época eran exclusivos de temas mitológicos y religiosos, pero las pieles carnosas, con pelos, lejos de la perfección de las esculturas neoclásicas, en los desnudos femeninos, incluso la sinceridad con la que describe el trabajo de los picapedreros o la rutina campesina siguen siendo capaces de  asombrar. Fue, en definitiva, de los primeros en dar a lo común voz propia. Él mismo definía sus objetivos en una carta de esta manera:

Ser capaz de representar las costumbres, las ideas, el aspecto de mi época; ser no solo un pintor, sino un hombre, en pocas palabras, hacer arte vivo, esa es mi intención

Cortesanas al lado del río Sena, 1856.

Una imagen bastante distinta de las representaciones que solemos encontrarnos de las jóvenes de la época.

Su familia formaba parte de la pequeña burguesía rural, lo que permitió a Courbet estar en contacto con el trabajo campesino pero a la misma vez tener al alcance una serie de conocimientos y educación que serían claves en su desarrollo como artista, y a pesar de frecuentar los bares donde se reunían importantes artistas y pensadores, nunca llegó a ser parte propiamente dicha de la bohemia parisina, era un intelectual con formas que no se amoldaban a la del Dandy,  incluso Alejandro Dumas hijo llegó a calificarlo de esta manera:

¿Bajo qué campana, con qué estiercol, gracias a qué mezcla de vino, de cerveza, de fermento corrosivo y edemas pestilentes ha podido crecer en esa calabaza sonora y puntiaguda?

Entierro en Ornans y Campesinos volviendo de la feria, que junto con los Picapedreros (imagen de portada), conforman un retrato casi completo de la sociedad del XIX, hechos los tres entre 1849-1850.

Si bien en un principio manifestaba cierta distancia, incluso indiferencia, hacia la vida política, a partir de la revolución de 1848 va tomando cada vez más compromiso político, paralelamente a su consagración como pintor. En 1870 rechazaría la Legión de Honor, escribiendo al director de Bellas Artes todo un alegato contra la institucionalización y uso por parte del Estado de su arte, y tomaría parte activa en el gobierno de la comuna, siendo elegido presidente en la comisión de Artes de la Comuna. Después de la caída de París, sería condenado a seis meses de cárcel, además de ser responsabilizado de la destrucción durante la Comuna de la Columna Vendôme, símbolo del poder bonapartista, teniendo que correr además con los cargos de su reconstrucción con una multa de 300.000 francos por la que tuvo que huir a Suiza una vez salió de la cárcel.

Así, 7 años después de estar en la cima de su carrera como artista, moriría enfermo, rechazado, en el exilio, dejándonos una obra comprometida y al servicio del pueblo, y siendo un modelo a seguir para las siguientes generaciones de pintores al servicio de la revolución.

 

Fuentes:

(Bernard Noël. Dictionnaire de La Commune (I y II). Flamarion, 1978)

París rebelde: Guía política y turística de una ciudad, Ignacio Ramonet, ‎Ramón Chao, ed. debate, 2008

TJ Clark, Imagen del pueblo, Gustavo Gili, 1981

http://www.musee-orsay.fr/es/colecciones/resena-courbet/acogida-de-la-obra.html

www.rojoynegro.info/articulo/cultura-libre/gustave-courbet-el-sueno-la-comucna