Pedro Garfias, la poesía revolucionaria silenciada de la generación del 27

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En todos los institutos hacen estudiar, aunque sea por encima, la generación del 27. ¿A alguien le suena Pedro Garfias? El motivo es que fue omitido apropósito de las antologías de 1932 y 1934 por Gerardo Diego, poeta falangista. Desde entonces, su olvido se mantuvo hasta 1971, cuando salió su primera antología. Quienes sí lo leyeron, o más bien escucharon, fueron los militantes antifascistas que combatieron al fascismo en España, así como los miles de exiliados que tras la derrota compartieron los sentimientos de Garfias.

Pedro Garfias nació en 1901 y se crió en Osuna y en Cabra, en Andalucía, estudiando luego en Madrid. Tras algunos poemas experimentales de juventud, fue uno de los fundadores de la corriente llamada Ultraísta, que sacudiría rápidamente (duró unos cuatro años, hasta el 22) el panorama literario, desterrando lo viejo para dar pie a nuevas vanguardias. El manifiesto ultraísta reza:

“Nuestra literatura debe renovarse (…) como hoy pretenden lograrlo nuestro pensamiento científico y político (…) En nuestro credo cabrán todas las tendencias con tal de que expresen un anhelo nuevo (…) sólo lo nuevo hallará acogida”(1)

El movimiento ultraísta tomó distintas facetas, incluyendo fuertes tendencias abstractas y alejadas de la realidad, cosa que valió su poca aceptación popular. No obstante, este afán de novedad y de superación de lo viejo comienzan a perfilar lo que, tras varios años de silencio, explotaría en Pedro al calor de la guerra: “La guerra me volvió a la poesía”, dijo en muchas ocasiones. Varios años antes de la guerra, militante ya del Partido Comunista, daba a a luz algunas poesías con gran contenido de clase, como “Huelga revolucionaria en Madrid”, con motivo de la revolución de 1934:

“(…) ¡qué vida, qué vida tiene esta muerte!

 

Obreros, obreros míos,

los de la bandera roja,

los de la bandera negra,

comunistas, anarquistas, socialistas,

habéis cruzado los brazos

una vez, sólo una vez

por cima de los tejados

y mirad, mirad obreros

cómo tiembla la ciudad

bajo la mano crispada,

ruda mano de la huelga,

huelga revolucionaria.” (2)

 

Pero efectivamente, su mejor producción pertenece a los años de combate: si el 18 de Julio golpeaban los fascistas, el día 22 Garfias ya los ponía en fuga en Ávila, y desde mitad de Agosto, en Córdoba. Cuando por motivos de salud dejó de combatir con fusil, continuó haciéndolo con los versos. Carlos Palacio lo recuerda así: “lo veré siempre entre ellos, lleno de cólera, de grito y de angustia (…) en medio de un corro de soldados, con aquella voz rota de pasión, me parecía un rapsoda antiguo, un dios helénico desterrado.” (3) No hay más, Garfias se dedicó a recorrer el frente motivando a los combatientes antifascistas, viviendo la guerra en propia carne y viendo vencer y caer a tantos héroes y heroínas sobre los que escribiría. Como ejemplo, a los mineros dinamiteros:

“Y allí fue vuestro nervio

la hoz de la justicia!

Hoz que siega ambiciones

y aplasta tiranías,

que descuaja raíces

y altos muros derriba

y en abismos de muerte

la muerte precipita.

¡Donde explota un cartucho

florece un nuevo día!

Mineros de Linares

y de La Carolina

qué bien rima mi pecho

con vuestra dinamita.” (4)

A los obreros y las obreras de la retaguardia homenajea, contraponiendo el trabajo que realizaban para los burgueses, con el trabajo que ahora realizan para todo el pueblo:

“Toma mi sudor fecundo

gota a gota

y la rueda inacabable

de mis horas.

Día y noche trabajando

será una jornada corta.

Que mis hermanos del frente

mueren por nuestra victoria.” (5)

A los brigadistas internacionales, con gran admiración y respeto:

“Qué grande es vuestra patria, camaradas

de las Brigadas Internacionales…

Le da la vuelta al mundo. Donde ponéis la planta

encontráis tierra abierta, cielo claro,

calor del sol cordial para vuestras espaldas,

corazones hermanos...” (6)

Este artículo no da para reproducir ni un 1% de lo que haría falta para tener un buen resumen de su poesía: poemas a campesinos, a obreros, a luchadoras, a líderes como Durruti, José Díaz, Lenin, Stalin, a pueblos enteros, a comandantes, capitanes y tenientes, a artistas como Lorca, a la juventud, a los anarquistas, ¡incluso a la disciplina! Ya en el exilio, su obra no se detiene, si bien no la reproducimos aquí. Lo que los fascistas intentaron borrar, es nuestro deber recuperar, y sirva este artículo para abrir la brecha de un gran poeta de nuestra clase, cuya obra completa pude encontrarse en la colección Violeta de ediciones la Posada, habiendo muy pocos -y poco representativos de su pensar político- en internet. En resumen, otro poeta del pueblo que la historia escrita por los vencedores ha intentado borrar, ignorantes de que su propia poesía era, además de, a veces, maravillosamente musical, invencible:

“Muerte que estás escondida en la noche,

no me das miedo.

Si es que te asustan la noche y las sobras

yo iré a tu encuentro.

Hoy o mañana vendrás a buscarme

y me hallarás como siempre en mi puesto.

No lograrás alterarme los pulsos

ni quebrarás el compás de mi pecho.

Sé a lo que vine, por eso te busco;

sé a lo que vine, por eso te espero.

Bajo la guardia febril de mis ojos

mil corazones palpitan serenos.

Te venceré porque soy el más fuerte.

¡Tú eres la Muerte! ¡Yo soy el pueblo!” (7)

 

 


 

(1) Manifiesto Ultraísta

(2) Huelga revolucionaria, Dos poesías de la ante-guerra, Obras completas, Editorial La Posada

(3) Introducción, Obras completas, Editorial La Posada

(4) Los dinamiteros, Poesías de la guerra española, Obras completas, Editorial La Posada

(5) Obrero, Poesías de la guerra española, Obras completas, Editorial La Posada

(6) A las brigadas internacionales, Poesías de la guerra española, Obras completas, Editorial La Posada

(7) Miliciano de guardia, Poesías de la guerra española, Obras completas, Editorial La Posada

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