Los mundos de Hayao Miyazaki ¿El Disney japonés?

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La juventud de nuestro país ha crecido viendo las películas de Disney, hemos mamado desde pequeños estereotipos y roles femeninos muy negativos que seguramente han quedado marcados en nuestro subconsciente. En Japón tienen su propio Disney y su propio Mickey Mouse: el estudio Ghibli (con su creador Hayao Miyazaki) y sus emblemáticos personajes. Pero, ¿qué tienen que ver Disney y Ghibli?

Cierra los ojos y piensa en una película de tu infancia. Intenta recordar un personaje femenino que no fuera “novia de”, “madre de” o “hija de”. O por ejemplo, intenta recordar un obrero que fuera tratado con admiración y respeto. Si rebuscas en tus recuerdos igual encuentras alguno, pero sin duda tendrás que hacer un esfuerzo. En Japón, país nada sospechoso de haber erradicado el machismo de su sociedad, sin embargo, no tienen que hacer un esfuerzo tan grande para recordar personajes de estas características en las películas de su infancia, y es que allí existe el estudio Ghibli.  

La Princesa Mononoke, El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro o Porco Rosso son algunas de las películas creadas por Hayao Miyazaki, y lejos de ser películas hechas exclusivamente para niños son vistas y valoradas por un sector muy amplio de la población. Su peculiar sentido estético, sus tramas bien elaboradas y la profundidad de sus personajes las hacen atractivas tanto a niños como a jóvenes y adultos, pese a ser películas de animación.

Miyazaki cuenta historias con profundidad, interesantes, en las que los personajes protagonistas femeninos son frecuentes, y siempre están alejados de los roles pasivos que se les tiene reservados a las mujeres en la mayoría de producciones cinematográficas. Así lo explica el propio Miyazaki: “Muchas de mis películas tienen poderosas protagonistas femeninas –chicas valientes y autosuficientes que no lo piensan dos veces para pelear con todo su corazón por lo que creen. Ellas necesitarán un amigo, o un cómplice, pero nunca un salvador. Una mujer es tan capaz como cualquier hombre de ser un héroe”.

Los contextos en los que se enmarcan estas historias suelen ser realmente interesantes. Son recurrentes las tramas que tienen como fondo al campesinado tradicional japonés, un mundo en conflicto y constante contradicción con un naciente capitalismo en desarrollo que transforma los modos de vida y las relaciones; la modernidad occidental contra la tradición milenaria. El maestro Miyazaki siente especial admiración por los personajes proletarizados y su idiosincrasia particular, obreros industriales y demás oficios manuales a los que representa en varias de sus películas con un especial cariño.

La reflexión sobre la destrucción del medio ambiente y la búsqueda de un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza y sus recursos suele estar presente en las películas del estudio. De hecho, es el hilo conductor de algunas de ellas, como La princesa Mononoke, todo un hito y un símbolo para el ecologismo.

Miyazaki nace en un contexto histórico que le marcará políticamente el resto de su vida, el final de la Segunda Guerra Mundial y la derrota del Imperio Nipón. De aquí nace su aversión a la guerra y al imperialismo, elementos que añade como trasfondo a casi todas sus películas. De hecho, en 2002 al ganar el Óscar a la mejor película de animación por El viaje de Chihiro decidió no asistir a la entrega como medida de protesta por la invasión de Irak. Así lo explicaba el propio Miyazaki: "No asistí al evento por una sencilla razón: Me parecía deshonesto visitar un país que actualmente está bombardeando Irak".

Así, varias generaciones de japoneses han crecido viendo Ghibli, y en vez de a la cenicienta volviendo puntual a casa a las doce han visto a Mononoke corriendo por el bosque, en lugar de la bella durmiente esperando a su príncipe han visto a Chihiro salvando a sus padres. Un buen avance.

Y para finalizar nuestro tributo a los mundos de Hayao Miyazaki una de las frases magistrales que podemos encontrar en sus películas.

 

Prefiero ser un cerdo a un fascista

 

Porco Rosso (Hayao Miyazaki, 1992)

 

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