Memorias del exilio: los refugiados españoles tras la Guerra Nacional-Revolucionaria

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En los últimos años hemos visto como miles de personas han llegado a Europa huyendo de Siria. Personas que huyen de una guerra donde el imperialismo en connivencia con el yihadismo, con los elementos más reaccionarios de Oriente Medio, han convertido un país como Siria en un campo de muerte y destrucción. Es imposible ver esto y no recordar las historias que nos contaban nuestros abuelos, y es que hubo un tiempo donde nosotros también fuimos refugiados.

Corría el año 39, tras la cobarde traición de la Junta Militar del general Casado dejando el paso a Franco, no sin antes haber reducido a cualquier elemento de resistencia obrera, asesinando a militantes comunistas (incluso socialistas) que no estaban dispuestos a entregar España a Franco por las buenas, muchos españoles tuvieron que huir del país por miedo a las represalias de los fascistas, no obstante el mayor éxodo se había producido ya tras la caída de Barcelona y la mayoría de los que intentaron huir tras el Golpe de Casado y la victoria franquista quedaron atrapados en los puertos Valencia, Alicante, Murcia y Almería. Este exilio fue fundamentalmente hacía tres países: México, la URSS y Francia. Los dos primeros fueron los únicos países que prestaron apoyo a la II República, el exilio hacía el tercero se debió a motivos geográficos ya que Francia llegó a bloquear envíos de armas a la República, allanando el camino a los fascistas.

Para siempre quedarán imágenes dramáticas como la del Puerto de Alicante en después de la victoria fascista, que tan bien retrataba Gemma Pascual i Escrivà en su libro “L’Últim Vaixell”, donde miles de exiliados se amontonaban para huir en barco de España. Como comentábamos antes muchos de los que intentaron huir quedaron atrapados en el puerto y acabaron en campos de Concentración como el de los Almendros en Alicante, del que hablaba Max Aub en su obra homónima “Campo de los Almendros”.

La suerte que correrían los exiliados españoles sería dispar, pero especialmente cruda en Francia donde los republicanos españoles son confinados a campos de concentración y cuyas condiciones empeoran a partir de la entrada en el poder del Gobierno filonazi de Vichy.

A pesar del trato dado por las autoridades francesas, los republicanos españoles no dudaron en integrarse en el ejército de la Francia Libre para hacer frente el nazifascismo. Estos exiliados españoles se integraron sobretodo en la Novena Compañía de la Segunda División Blindada de la Francia Libre, conocida popularmente como la Española y cuyos tanques fueron rebautizados con nombres de batallas de la Guerra Nacional-Revolucionaria como Teruel, Brunete o Guadalajara. Estos españoles combatían con la idea de que, tras vencer a los nazis en Francia, recibirían el apoyo de los aliados para liberar España. Tras la Liberación de París efectuada por los republicanos españoles se encontraron una vez más con la traición del gobierno francés que se negó a ayudarles e incluso negó hasta los años 90 su papel en la Liberación de París. Los que no se integraron militarmente en el Ejército de la Francia Libre organizaron y colaboraron con la Resistencia francesa  del interior en labores de espionaje y sabotaje en la retaguardia nazi, ya fuera integrados en cuerpos de formación mayoritariamente española, como la Agrupación de Guerrilleros Españoles, en formaciones compuestas por extranjeros como los Franco Tiradores y Partisanos de la Mano de Obra Inmigrante (FTP-MOI), o bien dentro de movimientos  y organizaciones francesas.

Otro destino de los exiliados españoles fue la Unión Soviética, el país que más se había implicado en la lucha de los republicanos durante la Guerra Nacional-Revolucionaria, muchos de ellos se integrarían en el Ejército Rojo durante la Gran Guerra Patria como sería el caso del aviador Rubén Ruíz Ibarruri (hijo de Dolores Ibarruri) que murió durante la Batalla de Stalingrado y fue condecorado a título póstumo como héroe de la Unión Soviética.

Por último, aquellos que huyeron a México, fueron menores en número que lo deseado, y lo hicieron desde puertos franceses como el de Marsella hasta el año 1942. Otros países recibieron exiliados, aunque en bastante menor nivel como Argentina o Cuba, sin olvidar las colonias francesas del norte de África.

El ejemplo de los camaradas españoles debe ser una lección para la juventud, una lección que debemos tener bien presente en estos tiempos donde el fascismo parece resurgir en el viejo continente y es que como dijo Bertolt Brecht “no estén tan contentos con la derrota de Hitler. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al bastardo, la puta que lo parió está de nuevo en celo”.

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