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Jue28032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


En mi barrio aun se escucha a Los Chichos

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Grupos como Los Chichos o Los Calis parecen haberse puesto de moda de nuevo en los barrios obreros ¿Por qué sucede esto? Puede que porque en realidad jamás pasaron de moda, puede que se hayan convertido en una especie de patrimonio cultural, o puede también que sea porque esta música funciona como un vehículo perfecto para entender la cotidianeidad de los barrios periféricos de las décadas de los 70 y 80, que probablemente, no difiere demasiado de la de hoy en día.

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Echar la vista atrás en este país supone evocar una serie de imágenes y símbolos que forman parte de nuestra historia. En concreto las décadas de los 70 y 80 fueron muy prolíficas en cuanto a la producción de símbolos. Todos recordamos las famosas chaquetas de pana de Felipe González, el 12 a 1 en el famoso partido de fútbol entre España y Malta o el rugido del SIMCA 1000 por los barrios periféricos.

Pero indiscutiblemente en nuestros barrios ha existido un icono que podría, en muchos casos, compararse con el caso del Che Guevara, salvando las distancias; el icono al que tratamos es Camarón de la Isla, el cantaor flamenco que ha sido reconocido por algunos como la representación de lo humilde, de lo barrial y de la sangre fría propia de los luchadores pobres.

Los 70 y 80 eran claramente otros tiempos, cuando en los barrios se tenía duende y no swag, y en eso Camarón fue uno de los principales artífices, introduciendo el flamenco de calidad y la cultura entre las masas populares. Otros como Juanito Valderrama, Rancapino o Paco de Lucía también colaboraron en tamaña empresa, pero el valor simbólico de la figura de Camarón es incomparable, siendo su disco "Soy Gitano" el más vendido de la historia del género flamenco.

Este duende que afloraba dio lugar a géneros musicales con entidad propia, surgidos en los barrios populares y con una temática que narraba la cotidianidad de estas zonas de las ciudades olvidadas por las instituciones y los panfletos de turismo.

En estas dos décadas podemos ver el surgimiento de grupos rumberos que realizaban la labor social de contar lo que ocurría en los barrios a través un ritmo pegadizo, guitarras españolas y camisas floreadas con colores llamativos, además de los excéntricos (a día de hoy) pantalones de campana.

Las temáticas utilizadas por estos grupos eran variadas. El amor y el desamor son por supuesto dos de los temas más recurrentes, al igual que el problema de la delincuencia juvenil característica de los años 80. Elementos como El Vaquilla o El Torete inspiraron numerosas canciones sobre persecuciones policiales y atracos a sucursales bancarias, poniendo de moda, ya de paso, la jerga que solían utilizar los bandoleros más mediáticos de la época. Palabras como "najar", "fusca" o "cheira" entre otras, pasaron a conformar el vocabulario habitual en los barrios de ladrillo rojizo, donde la reconversión industrial hacía estragos en la población obrera, condenándola al paro y a la marginalidad.

Multitud de gente aun hoy vibra mientras canturrea "La historia de Juan Castillo" de Los Chichos, en la que "iban los primos y los hermanos, iban a cholar y los delataron". Esta misma temática fue llevada al cine (se denominó "cine kinki") y sus bandas sonoras, como no podía ser de otra forma, eran obra de estos grupos rumberos. Famosos son los acordes y la letra de "Y no te quedan lágrimas" del grupo Rumba 3 en la película Navajeros o la mítica canción "Vuela que vuela" de Tijeritas en la película El pico 2.

Fruto de esta situación, de marginalidad y falta de expectativas, en los barrios obreros se creó un sendero completamente allanado para que la heroína campara a sus anchas por las ciudades con más tradición industrial. La problemática de la droga no pasó inadvertida para los artistas, los cuales fueron capaces de convertir en himnos anti-droga algunos de sus temas. La canción icónica de esta temática es la titulada "heroína" del grupo Los Calis, los cuales hicieron una letra reivindicativa cuyo estribillo decía "más chutes no! Mil cucharas impregnadas de heroína, no más jóvenes llorando noche y día, solamente oír tu nombre causa ruina".

Solo hace falta recorrer un día cualquiera la Línea 3 del Metro de Madrid o algún barrio de Bilbao, para comprobar cómo la droga aun causa estragos en nuestra sociedad, en nuestro barrios, matando a nuestros jóvenes y cumpliendo la tarea desmovilizadora que tanto favor le hizo y le hace, al sistema de explotación capitalista.

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