Preguntas a un joven futbolista

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El fútbol es en España el deporte referente para todo niño que juega en el colegio o en el barrio con sus colegas. Desde pequeños todos los chicos aspiran a ser como los futbolistas de la televisión. Dependiendo de la época, los Di Stefano, Cruyff, Zidane, Ronaldo, Messi que con contratos millonarios, haciendo de su afición su trabajo, llenan las pantallas.

¿Pero cuál es la realidad que toca para muchos de estos jóvenes que pronto ven frustrados sus sueños? Desde luego se habla mucho del esfuerzo y ese esfuerzo solo recompensa a unos pocos con suerte. Una suerte muchas veces aparejada a tener dinero para pagar escuelas de fútbol o tener contactos. En el caso de jóvenes africanos, a veces el sueño de ser futbolista se convierte en una pesadilla. España es el lugar donde ocurren esas pesadillas.

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Desde bien pequeños, para la mayoría de jóvenes en España, el futbolista de élite es un modelo a seguir, alguien que "queremos ser de mayores".

Desde Di Stefano hasta Messi o Cristiano Ronaldo, toda generación de jóvenes españoles ha tenido sus referentes futbolísticos a los que admirar e imitar. (Siempre que seas un varón, si naces mujer el establishment te depara otros menesteres). El futbol, el deporte de masas por excelencia de buena parte del mundo, genera sueños, aficiones, sentimientos de unidad, patriotismo... Con tal reconocimiento social, muchos son los jóvenes que prácticamente aprenden a andar con un balón en los pies. Desde pequeños, es un elemento clave para nuestra socialización en la escuela, y no son pocos quienes optan por elegir un equipo de futbol como actividad extraescolar.

Las estrellas del deporte rey (guapos, ricos, famosos, con atractivas parejas que nos venden como si de sus lujosos coches se tratara) son la encarnación de una promesa de promoción social para una inmensa cantidad de jóvenes de origen obrero y popular. Esfuérzate, trabaja (entrena) duro, y algún día podrás ser como ellos. Incluso para los jugadores de Segunda División, el salario mínimo fijado por su convenio asciende a los 64.500€ anuales (por no hablar de las desorbitantes cifras de los primeros equipos).

Con estas premisas, muchos son los jóvenes que se lanzan a la "carrera futbolística". Informes de la FIFA1 han revelado recientemente que España es el país líder mundial en contratación de menores de edad. En el 2014 se emprendieron 400 operaciones de estas características, el 11% de las cuales acabó otorgando la categoría de profesional al jugador (mientras que el resto se mantendría en amateur).

Es sin duda un camino duro, lleno de sacrificio y competencia, que no garantiza un futuro estable (¿y cuál sí?). Quienes no logran captar la atención de los ojeadores y ser reclamados por un equipo "importante", posiblemente acaben relegando el deporte a una afición que compaginar con el trabajo, jugando en pequeños equipos locales o pachangas entre los colegas. En función de las expectativas que cada uno hubiese puesto en ese "sueño", eso puede convertirse en un agradable recuerdo y experiencias, o bien en una fuente de frustración y redefinición de las perspectivas vitales.

Quienes consigan entrar en el juego profesional, en un momento dado tendrán que responder, consciente o inconscientemente, a la siguiente cuestión: ¿qué hacer con el éxito? La opción mayoritaria es simple: disfrutarlo. Poco les preocupa que millones de personas tengan los ojos puestos en ellos, que imiten sus conductas y quieran ser como sus ídolos; les trae sin cuidado inculcar valores individualistas, machistas o el afán de lucro a millones de jóvenes. Poco les importa también ser una mercancía más en manos de quienes dirigen realmente el país (los Florentino Pérez), y conseguir que multitudes de trabajadores jaleen y vitoreen a quien explota a los de su misma clase. No parece quitarles el sueño tampoco que para que puedan dar su espectáculo, se cometan las mayores atrocidades contra los más desfavorecidos (como vimos en el reciente Mundial de Brasil). No suelen tampoco mostrar reparo en hacer publicidad de marcas teñidas de la sangre del llamado "tercer mundo" (al que incluso a veces se prestan a "apoyar" en hipócritas campañas publicitarias). En definitiva, no parecen inmutarse por ninguno de los problemas que aquejan a una sociedad moribunda, mientras su nómina esté abultada a final de mes, antes de envejecer a los treinta o que la diosa fortuna deje de sonreírles y los condene al destierro.

La segunda respuesta a la pregunta (que escasea en nuestros días, pero ha dado importantes muestras de vigor en el pasado) es la que dan quienes optan por hacer de su posición de prestigio una herramienta para romper los esquemas, para transformar la sociedad. Ejemplos como los futbolistas vascos y catalanes extendiendo la causa republicana por Europa y América durante la Guerra Civil, el legendario Dínamo de Kiev que derrotó a la selección nazi en la Ucrania ocupada... También hay algunos pequeños gestos de futbolistas actuales, pero el futbol moderno no admite salir de la línea marcada por los propietarios. En palabras de Galeano2, "el futbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable".

Porque, una vez nos libramos de la lógica de la rentabilidad, ¿no es más reconfortante transmitir valores de cooperación y solidaridad frente a competencia e individualismo? ¿Jugar disfrutando de la realización del deporte, sin preocuparse de la tecnocracia y la plutocracia? ¿Cuánto más gratificante no ha de ser el jugar para un pueblo libre que para una empresa privada?

Notas:

[1] España, el país del mundo que más menores contrata, 28.01.2015

[2] Galeano, E. (1995). El futbol a sol y sombra. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.

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