Pokémon GO llega con fuerza y no trae sólo cosas buenas

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Acaba de salir en la App Store de España, pero ya es un fenómeno social en nuestro país. Con un par de simples operaciones se puede instalar y jugar en castellano a Pokémon GO. Sin duda una revolución en el mundo de los videojuegos, pero que no va a estar exenta de peligros, aunque es imposible vaticinar cómo va a afectar a la vida de la juventud, debido a su novedad metodológica.

Las estadísticas señalan que Pokémon GO ha superado a Tinder, por ejemplo, en descargas. Hay pocos datos sobre España, pero dos días después de su lanzamiento, ya era la más descargada en Estados Unidos. Otro dato aplastante: supera en tiempo de uso a otras aplicaciones como Whats App o Instagram, a las cuales se dedica de media 30 y 25 minutos respectivamente; a Pokémon GO se le dedican 43 al día. Este último dato habla de la media, no de lo que dedica un jugador estándar, que es bastante más.

Para los amantes de la franquicia y de los videojuegos en general, la innovación y mejora es incuestionable: ya no se juega en el sofá de tu casa sino por las calles de tu pueblo o ciudad, capturando criaturas y combatiendo en gimnasios: es lo más parecido a lo que toda la generación de los 90 soñó en algún momento: ser entrenador pokémon de verdad.

El hecho de que el juego te obligue a salir de casa tiene cosas buenas. En comparación con el clásico juego free to play, cuyo paradigma es más el joven encerrado sólo en su casa con el Wi-Fi jugando sin parar, Pokémon GO junta a la juventud en los parques y en las plazas en busca de gimnasios. Pero esto no es suficiente para no ponerle ninguna pega a la App, y es que las connotaciones sociales de este tipo de juegos, y más cuando se torna un fenómeno tal como el Clash of Clans o, en este caso más aún, Pokémon GO, entrañan una serie de peligros.

No nos cuesta nada imaginarnos a millones de jóvenes imbuidos por el juego sin hacer otra cosa en la vida, y mucho menos luchar por defender sus derechos en asambleas de barrio y sindicatos. Se nos van a seguir recortando derechos laborales, degradando la educación pública y pudriendo nuestros barrios, y no podremos defendernos de estos ataques si lo que más nos importa es evolucionar a nuestro Pitgeotto. El peligro de la dependencia tecnológica ya lo han demostrado muchos otros juegos y aplicaciones, y es un elemento de alienación enorme para la juventud. Nintendo nos quiere adictos y al Estado y a nuestros jefes no les va mal que nos centremos en eso.

Por otro lado, la adicción puede derivar incluso en el micropago. Ya sabemos también cómo se las gastan los desarrolladores de Apps: por unos pocos céntimos tienes algunas mejoras, por un euro más "no va a pasar nada", y cuando uno se da cuenta se ha gastado 25 o 50. Cuando un juego se torna tan viral y tan adictivo, este peligro aumenta.

En cualquier caso, es complejo predecir el impacto de esta innovación, que puede que se desinfle en pocos meses. Aunque esto suceda, la realidad aumentada será ya un hecho y el desarrollo de nuevas aplicaciones del estilo se disparará. El ocio es necesario, y parece mucho más sano recorrer la ciudad con cuatro amigos capturando pokémons que estar encerrado en casa viendo telebasura o drogarse por ahí. Eso sí, el peligro está en el aire, y jamás debemos perder de vista el carácter alienante de toda adicción. Debemos ser ejemplo de uso responsable y de compaginar el ocio con la lucha, sobretodo para aquellos más pequeños. Con estas pautas, y manteniéndonos expectantes al desarrollo sociológico de este fenómeno, vamos a jugar, sin olvidar que la verdadera lucha está en la calle, no en los gimnasios Pokémon.