La coordinadora de Organizaciones Sindicales: Lo que pudo ser y no fue en la historia del sindicalismo español

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Esta primavera, en un año lleno de efemérides, se cumplen 40 años de la disolución de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS) tras un breve período de vida de apenas un año en el que se trató de formular la ansiada unidad sindical a través de la conformación de una única central sindical por parte de la UGT, las Comisiones Obreras y la USO. Esta unidad, fraguada desde las cúpulas y entre discrepancias y ataques internos, acabó dinamitándose a los pocos meses de vida tras el fracaso relativo de la huelga general del 12 de noviembre de 1976.

La conformación de la COS, al calor de las movilizaciones de inicios de 1976

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, en España se producirá un período movilizador sin precedentes en su historia. Solo en los primeros tres meses de este año, se convocaron 17.731 huelgas sectoriales y se perdieron más de 150 millones de horas de trabajo según los datos del Ministerio de la Gobernación franquista.

Una gran implantación de las CC.OO., aún ilegales, en gran cantidad de centros de trabajo a través de un gran número de enlaces sindicales permitió multiplicar la movilización obrera en unos meses en los que se debatían los derroteros que iba a seguir el régimen tras la muerte de Franco. La nulidad de Arias Navarro y sus escasas intenciones de cambio chocaban frontalmente con los intereses de los millares de trabajadores que ansiaban la ruptura con la dictadura. La muerte de Franco coincidió con el período en el que tocaba renovar 2/3 de los convenios sectoriales, lo que impulsó a los obreros a llenar las calles y exigir no solo mejoras económicas en sus centros de trabajo sino también un cambio de régimen. Como dato, solo con los trabajadores en huelga de Barcelona -dónde se contabilizó que las cifras se situaban en torno al 50% de la población activa- se superaron los datos de huelguistas de cualquier año anterior en todo el Estado.

Entretanto, cabe destacar el papel de tope de la movilización que supusieron las negociaciones entre las "cúpulas" de partidos, sindicatos y gobierno. Las ansias por garantizarse un espacio político en el "reparto de la tarta" que suponía la inevitable transición a una democracia "a la occidental" de tipo burgués hizo que desde las cúpulas sindicales se abogara por una unidad de acción con muchas reservas. Serán estas cúpulas sindicales las que, ante las exigencias de unidad de sus afiliados de base, promoverán un Congreso Sindical Constituyente ese mismo verano con vistas a crear una gran central sindical unitaria para todo el Estado: La Coordinadora de Organizaciones Sindicales.

Tras intensas negociaciones en las que las distintas direcciones de USO, UGT y CCOO se miraban recelosas entre ellas ante la posibilidad de perder terreno respecto al resto de centrales sindicales, acabará conformándose la COS el 22 de julio de 1976. Una Coordinadora que, si bien supuso una unidad de facto en las movilizaciones, no se plasmó en una unidad real desde la base ante las direcciones que recibían los afiliados de mirar con recelo a los compañeros de otros sindicatos. Especialmente grave fue la actitud de la Comisión Ejecutiva de la UGT en todo este proceso que, apenas dos días después de la conformación de la COS, mandó una circular donde llamaba a mantener una "actitud tensa, vigilante y ofensiva que desmonte todo intento manipulador de CC.OO."

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Estos recelos se plasmarán en la exigencia que realizará la UGT donde planteará que todos los afiliados de los sindicatos que participen en estructuras del sindicato vertical debían inmediatamente dimitir de su cargo. Esta exigencia será un claro ataque a la estrategia de entrismo en las estructuras verticales que, desde su fundación, llevaba a cabo Comisiones Obreras.

La huelga general del 12 de noviembre de 1976, cuestión estratégica

A pesar de todas estas tensiones internas, la Coordinadora de Organizaciones Sindicales anunciará la convocatoria de una huelga general para noviembre de 1976. Esta huelga se producirá tras la negativa del nuevo gobierno de Adolfo Suárez a profundizar en las medidas democráticas que se exigían desde los sindicatos, especialmente en lo que respectaba a las libertades sindicales y la legalidad de las distintas organizaciones. Evidentemente lejos quedaba todo ámbito de ruptura con la dictadura, claudicación llevada a cabo por los partidos dirigentes de estos sindicatos, el PSOE y el PCE.

Esta huelga se tornó estratégica en tanto que servía de piedra de toque al gobierno de Adolfo Suárez, quien quiso imponer una imagen de reformador y progresista. Para mantener esta imagen era importante que el Estado mantuviera una imagen de normalidad independientemente de los endebles cimientos que lo sustentaban y esta huelga amenazaba como un ariete estas débiles bases. Ante esta convocatoria, el gobierno de Adolfo Suárez estudió la manera de llevarla al fracaso concluyendo que, si conseguían mantener el transporte público en funcionamiento, los efectos de la huelga se iban a ver duramente mermados. Para ello, tendrá especial importancia el boicot a la huelga que se produjo en el Metro de Madrid, donde el gobierno franquista tendrá el ojo puesto como elemento clave de la huelga.

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A este afán del gobierno por mantener el transporte en funcionamiento se le sumará la debilidad organizativa de la COS y de los sindicatos que la componían. El modelo asambleario que caracterizaba a CCOO le permitía una rápida acción en centros de trabajo concretos pero que se diluía y se difuminaba cuando se trataba de convocar movilizaciones a nivel estatal.

Disolución de la COS, cuando importa más el asiento que el trabajador

 Tras el fracaso de la huelga general de noviembre, la crispación entre los sindicatos se intensificó y la UGT exigió, como requisito para su continuidad en la COS, que tanto la USO como CCOO renunciaran a todos sus cargos en el Sindicato Vertical. Esta exigencia, disfrazada ideológicamente de un rechazo a las estructuras sindicales del régimen, tenía como fin poder competir con las centrales sindicales mayoritarias en igualdad de condiciones, algo que desde CCOO y USO no estaban dispuestos ni si quiera a planteárselo.

 Para analizar la escasa vida de la COS es importante entender las distintas concepciones que se tenía desde unas y otras centrales sindicales. Mientras que desde la UGT estaba vista como una posibilidad táctica de acrecentar su implantación en los centros de trabajo por un período concreto, desde la USO y CCOO se buscaba que esta estructura tuviera una duración prolongada y avanzara hacia la construcción de un sindicato único, sabedores de que tenían la hegemonía dentro del movimiento obrero español.

 Las razones del fracaso de la COS no se entenderían sin el oportunismo que sacudió a la izquierda española en los últimos años del franquismo y los primeros de la transición democrática, personalizados por un PSOE y un PCE mucho más interesados en afianzarse asientos en el nuevo gobierno y repartirse un pedazo del espectro político que se ampliaba tras la muerte del dictador que en plantear una alternativa de ruptura. Esta claudicación impregnó con fuerza al movimiento obrero y sindical español, con un contenido ideológico mucho más difuso y laxo, y que nos acabó llevando a la situación que vivimos hoy en día.

 ¿Qué pudo llegar a ser la Coordinadora de Organizaciones Sindicales si realmente hubiera estado dirigida desde las bases? Eso es algo que no podemos llegar a saber con certeza hoy en día, lo que sí que queda claro es que las posibilidades eran inmensas si realmente se hubiera planteado desde la perspectiva de la unidad de los trabajadores al margen de la sigla de su carnet.