Mayweather vs Mcgregor: Un combate con aires de farsa

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Ya estamos con la resaca del segundo “combate del siglo”, internet se llena de análisis, videos, ”memes” y bromas varias sobre el combate y su resultado. Pero por nuestra parte no haremos un análisis del combate, ni hablaremos de las geniales tácticas de Floyd, ni del arrojo del irlandés, ni de nada parecido. Y ni mucho menos vamos a maquillar como hacen los medios de todo el mundo, un combate con cierto regusto a farsa.

Para ponernos en situación, tenemos que saber que el boxeo no pasa por su mejor momento, tanto en España como en el resto del mundo, la popularidad de éste noble deporte ha ido en decadencia al verse en ocasiones condenada al ostracismo por parte de los gobiernos y por haber sido desplazado ante el auge de otros deportes de contacto como el muay thai, el kick boxing y en especial las MMA, que resultan mas versátiles a la hora de practicarlos y resultan mas espectaculares en su visionado.

Han pasado ya muchos años desde que millones de personas de nuestro pais se congregaran frente al televisor para visualizar las gestas internacionales de Pedro Carrasco o del "Poli Diaz". Cada vez menos jovenes sueñan con emular a los heroes del cuadrilátero, desplazándose la mayoría de esas ensoñaciones al octógono enjaulado y al tatami. Cuesta organizar veladas o cualquier tipo de evento pugilístico, y, salvo excepciones, ningún combate de boxeo profesional consigue hacer vibrar al mundo entero.

Pero ¿Qué tiene que ver todo esto con el combate que han mantenido Mayweather y Conor Mcgregor este 26 de Agosto? Precisamente en que sin todos estos condicionantes este combate no se hubiera celebrado. Vamos a hablar claro, no es casual que dos de las las dos figuras más polemicas del deporte se enfrenten a pesar de pertenecer a disciplinas que son diametralmente distintas (sobre esto nos extenderemos mas adelante).

A ojos medianamente expertos, este combate por definición es un esperpento con un interés deportivo mas que cuestionable. El objetivo no es ni mucho menos el culminar una buena velada, lo importante son los intereses económicos que produce el morbo enfermizo ocasionado por ver a los dos controvertidos atletas lanzandose golpes en el ring. Y toda la parafernalia artificial y el marketing desmedido que esta rodeando la pelea sólo busca potenciar esas ganancias a traves de los ppv (pay per view) que compraran millones de personas, sean aficionados al boxeo o en buena parte, no hayan visto un combate en su vida, movidos unicamente por la popularidad que rodea al enfrentamiento.

Pero entremos a lo deportivo analicemos eso de juntar a un púgil y a un luchador de la UFC para que peleen según las reglas del boxeo. Esto es, primeramente, un absurdo ya que ambos han practicado toda su vida deportes distintos y será muy difícil que el luchador de MMA pueda adaptarse a tiempo a los movimientos y esquemas del boxeo. Alguno dirá que precisamente la UFC (liga pionera de las MMA) comenzó enfrentando a luchadores de distintas disciplinas. Y eso es cierto, pero en la primigenia UFC los luchadores no se enfrentaban bajo las reglas estrictas de ningun deporte competitivo sinó que cada luchador utilizaba las técnicas de su deporte para ganar la pelea. La diferencia es muy grande y aunque explotaba la curiosidad de los aficionados por ver qué disciplina era mas efectiva, ha tenido un efecto positivo al crear un nuevo deporte. El enfrentamiento de estas dos figuras encuentra más su origen en las negociaciones de despacho y en el reparto de dinero que en el interés deportivo.

Y es que nos estamos moviendo en un terreno muy peligroso y las dinámicas que se han utilizado para reflotar y hacer popular de nuevo este negocio lo pueden acabar convirtiendo en algo sumamente decadente. Evidentemente todo combate, sea de boxeo, MMA o de cualquier deporte, tiene un punto de espectáculo teatral e interes economico, pero eso no tiene por qué ser malo del todo. El problema se ocasiona cuando lo teatral y lo económico priman sobre los valores deportivos, convirtiéndolo todo en una pantomima. Cuando el principal motivante de la pelea son los supuestos piques entre los dos luchadores y no sus extraordinarias habilidades, algo se esta haciendo mal. Este combate es sin duda un claro ejemplo de estos males que ponen a deportes respetables a la altura del pressing catch y los encaminan a un tipo de espectáculo vacío, movido por intereses monetarios; un espectaculo que genera mucha atención mediática pero que no deja nada para el recuerdo; es genérico y mediocre.

El combate tenía un final predecible, muy poca gente podía esperar que Conor fuera a tener una mínima posibilidad boxeando contra uno de los más grandes de la historia en su disciplina. Pero aun así tal vez no haya sido un mal espectáculo, ya que hasta los más cínicos hemos sentido la emoción y la incertidumbre del resultado previsible se tornara en sorpresa o que estuviéramos efectivamente ante la mejor pelea de los últimos años; y por mucho que digamos y que los problemas esten ahí, no quita que esta noche algunos hayamos estado despiertos hasta tarde por esa posibilidad. Efectivamente caímos en su trampa, habría que ser de piedra para no hacerlo.