¿Y ahora qué? La tesis doctoral como otro salvavidas más

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En el período comprendido entre 2008 y 2013 (es decir, durante la crisis económica) el número de personas que han leído su tesis doctoral ha aumentado un 40%. Además aumenta también el número de personas que se animan a sacarse el doctorado con más de 40 años. 

Escribir, leer, aprobar (y ante todo no morir en el intento) una tesis doctoral no es una decisión que se tomen muchos jóvenes al acabar sus estudios. El alto coste tanto en tiempo como en esfuerzo así como la poca “rentabilidad” que se obtiene tras pasarte, como mínimo, entre tres y cinco años preparándola (siendo prácticos el doctorado sólo sirve para dos cosas: poder entrar en la universidad como PDI y poder poner Dr. o Dra. delante de tu nombre) unido al esfuerzo económico que supone para las familias (a lo sumo el doctorando obtiene becas para preparar sus estudios, becas que son cada vez más escasas) y, finalmente y no menos importante, el hartazgo que ya acumula el estudiante tras pasar, como mínimo, los años de carrera y del máster son motivos suficientes para descartar esta salida. 

No obstante las cifras parecen indicar lo contrario: en 2008 se aprobaron algo menos de 8.000 tesis. En 2013 la cifra ya superaba las 10.000. Eso supone un aumento cercano al 40% Además también ha aumentado el número de personas mayores de 40 años que se animan a presentar sus tesis doctoral. Concretamente, de las 10.889 tesis aprobadas un 28% pertenecían a personas en ese segmento de edad. Eso quiere decir que ha aumentado el número de personas que ya inmersas en el mundo laboral (ya sea trabajando o en el paro pero, en esencia, alejadas por un tiempo considerable de la universidad) deciden convertirse en doctorandos. 

¿Cuáles pueden ser los motivos de este aumento? Los recortes en educación (y por lo tanto en becas para los doctorandos pero también en plazas laborales disponibles en las Universidades -recordamos, de nuevo, la salida natural del doctor-) parecen invitar a la situación inversa. El encarecimiento de los estudios universitarios, especialmente en los masters (es obligatorio cursar un master para acceder al doctorado) también son un buen indicador para ello.

 Realmente el encarecimiento de los precios de los estudios no juega aquí un papel relevante. El estudio llega hasta 2013. El tasazo se produjo en el curso 2012-2013 y por lo tanto no pudo afectar a ninguna persona que se doctoró entre 2008 y 2013 pues ya habían acabado, para ese curso, sus estudios de Licenciatura / Diplomatura / Grado y Máster.

¿Qué influye entonces? Pese a que no contamos con estudios que pregunten a los doctorandos y jóvenes doctores por qué decidieron tomar esa vía la lógica nos lleva a tres explicaciones posibles.

En primer lugar, estos jóvenes, al acabar sus estudios, ven un mercado laboral deprimente: más del 80% de los contratos que se hacen a jóvenes son temporales; los niveles de emigración española son escandalosos y los pocos que consiguen un trabajo no siempre tienen la suerte de trabajar “en lo suyo” (esto es, relacionado con sus estudios) Ante este desolador panorama estudiar un doctorado parece ser una buena salida para intentar entrar en la Administración Pública (concretamente en las Universidades) que, aunque víctimas de los recortes, siguen ofreciendo unas condiciones relativamente más estables y mejores que el sector privado.

En segundo lugar, muchos estudiantes pueden querer alargar su proceso de formación “hasta que esto escampe”. No sólo acudiendo al doctorado sino también estudiando otra carrera, otro máster e incluso haciendo FP son miles los jóvenes titulados que siguen formándose ante las nulas expectativas laborales. Seguir formándose parece una mejor alternativa que estar en el paro o que trabajar en condiciones laborales lamentables. 

Finalmente y relacionado con la última hipótesis muchos jóvenes pueden pensar que mejorando su formación tendrán mejores opciones de encontrar un buen trabajo el día de mañana. Basándose en el asentadísimo mito urbano que reza que si estudias tendrás un buen trabajo estos jóvenes han visto que tras terminar su carrera (e incluso complementándola con másteres) no han encontrado un buen trabajo. ¿Solución? Seguir mejorando su CV para que el mito se cumpla. 

El aumento del número de personas mayores de 40 años indica que hay un importante número de personas que tienen que volver a la Universidad a formarse porque o bien no encuentran trabajo o bien los trabajos que encuentran no logran cubrir sus expectativas. 

En definitiva, el aumento del número de doctores indica que los jóvenes todavía intentan buscar salidas laborales y una buena situación de futuro (lo que, a su vez, desmiente las insultantes afirmaciones de ciertos políticos y empresarios sobre la apatía de los jóvenes españoles para trabajar -pero eso sería tema de otro artículo-) pero que, una vez acaben el doctorado, van a verse inmersos en el mismo desierto que el resto de los jóvenes.

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