Acoso escolar: ¿algo más que cosa de niños?

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Con el comienzo del nuevo curso vuelve el fenómeno del acoso escolar ante la impotencia de las familias y la falta de medios.

Con la vuelta del periodo escolar, vuelve un fenómeno que, para la impotencia de familias y un profesorado con cada vez menos medios y capacidad para actuar, sigue siendo el día a día en las aulas: el acoso escolar. Hay tantos casos como personas, pero hay ciertos factores en común que siempre son compartidos.

Si bien se han puesto en marcha diferentes campañas y mecanismos para denunciar estas situaciones que hace unos años ni se planteaban, la intensificación de las diferencias sociales con la crisis hacen el panorama más desolador. Y la inclusión de las redes sociales en nuestras vidas, más que concienciar acerca del problema, le hace cobrar una mayor magnitud con facilidad, invadiendo en un grado años atrás inimaginable el día a día de la víctima.

Como decíamos, hay un factor en común claro en todos los casos, y es la respuesta a ciertas necesidades del sistema. Podemos observar cómo el acoso escolar se ceba con aquellos colectivos que están en una posición de mayor vulnerabilidad frente a los estragos de la burguesía: Los escolares con algún tipo de afección física o psíquica forman uno de los grupos con mayor riesgo de sufrir acoso escolar, seguido por los de distinta religión, etnia y nacionalidad y por los pertenecientes al colectivo LGTB. Son de destacar dos fenómenos: el que gran parte de los casos se registren en los centros donde la mayoría son hijos de extracción obrera y popular, siendo éstos los que más están expuestos a este tipo de violencia, y el que las mujeres víctimas de acoso escolar ocupen un 65% de los casos, siendo 7 de cada 10 acosadores varones.

Asimismo, vemos como ciertas capacidades que puedan llegar a destacar llegan a convenirse muchas veces en desencadenante. Esto cobra sentido por el tipo de competencia que no paramos de ver por todas partes, donde la ventaja de la que pueda partir el compañero puede verse, por lo normal de manera inconsciente, como una amenaza a nuestro futuro.

Así, el acoso escolar cada vez juega un papel más devastador en la juventud obrera, teniendo como consecuencias las faltas de perspectivas en el futuro que muchas veces derivan en menor rendimiento académico y abandono de los estudios y, en los casos más graves, en el suicidio.

Podemos hablar de una normalización de la violencia entre iguales a causa de esto, que parezca aceptable la competencia sin medida por un puesto de trabajo que nos impone el liberalismo, y una mayor aceptación de la explotación, sin olvidar transmisión de los valores como el individualismo, racismo... incluso el sentido de "utilidad" que se le da a un individuo por su capacidad de ser rentable al burgués.

En definitiva, no podemos hablar del acoso escolar como un problema individual. Es un problema colectivo. Acaba siendo problema de todos.

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