Abandono educativo, origen social y crisis económica

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¿Seguir estudiando o empezar a trabajar? Esta pregunta se la puede plantear por primera vez cualquier joven de 16 años, edad a partir de la cual la educación deja de ser obligatoria en España.

Aunque la mayoría de los que se encuentran en esta situación opta por seguir en el sistema educativo, en torno a uno de cada diez decide dejar de estudiar para, en teoría, probar suerte en la búsqueda de empleo. Esta cifra, sin embargo, varía dependiendo del periodo. La oportunidad de ganar dinero en los años de la burbuja inmobiliaria fue un aliciente para acceder al mercado de trabajo en el momento en que uno cumplía la edad mínima para hacerlo. Sin embargo desde 2008 con la crisis estructural del capitalismo y la rápida destrucción de puestos de trabajo, la tasa de abandono ha bajado.

Para conocer en qué grado el origen social influye en la decisión de abandonar los estudios hemos seleccionado los primeros trimestres de la Encuesta de Población Activa (EPA) entre 2008 y 2013. Los individuos que componen la muestra son aquellos que tienen 16 ó 17 años y que se encuentran justo en el año posterior al que cumplieron la edad a partir de la cual no están obligados a estudiar. En el primer trimestre de ese año pueden por tanto estar cursando algún estudio reglado (ESO para los repetidores, bachillerato o grado medio para los que superaron la educación obligatoria) o haber abandonado el sistema educativo. El porcentaje de jóvenes que se encuentra en esta última situación es un 8,3%.

Cuando tenemos en cuenta sólo a los que han finalizado la educación obligatoria en el tiempo previsto, vemos que el riesgo de dejar de estudiar es superior para los jóvenes que proceden de un origen familiar más desfavorecido. La probabilidad de abandonar el sistema educativo es un 6% mayor para los de origen social bajo en comparación con los de origen social alto. El mismo análisis se ha calculado para los que son repetidores y que por tanto no han finalizado la educación obligatoria a su debido tiempo. En este grupo la incidencia del abandono es más alta: de entre todos los jóvenes que deciden dejar de estudiar, el 79% lo hace sin haber superado la educación obligatoria. Es decir, accede al mercado de trabajo sin poseer el título de la ESO. Al igual que veíamos anteriormente, en el colectivo de repetidores también encontramos que el riesgo es mayor para los que proceden de un entorno familiar con un menor capital cultural, pero la distancia en este caso es mucho más grande: 20,3% para los de origen social bajo y 10,2% para los de medio-bajo.

Está claro que existe una brecha social por la que los que proceden de un origen con menos recursos culturales tienen una menor probabilidad de continuar estudiando. ¿En qué medida el cambio del contexto económico ha podido afectar a este tipo de desigualdad? Antes de la crisis y tomando en cuenta el periodo comprendido entre 2001 y 2007, la tasa de abandono a los 16 años era un 13,6%, unos cinco puntos porcentuales más alto que desde 2008.

Concluyendo, el origen social desempeña un papel esencial en decisiones fundamentales como la de continuar o no estudiando al cumplir los 16 años. El efecto es especialmente grande entre aquellos jóvenes que en algún momento de su vida educativa han repetido curso, grupo en el que, precisamente, son mayoría los que proceden de un origen social bajo.

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