La dignidad de educar y trabajar con los más pequeños

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Enseñar, educar, impulsar valores y ayudar al crecimiento personal de los niños y niñas desde su más tierna infancia es una tarea esencial dentro de las sociedades humanas. A casi nadie se le escapa esto. Quién no recuerda con cariño a aquel monitor de deportes o de inglés, al auxiliar de guardería y al maestro de educación infantil o primaria. Sin embargo, en estas distintas categorías profesionales vemos como sus trabajadores sufren la incomprensión de una actividad realmente difícil y exigente, con un salario que no se corresponde con el trabajo desempeñado y cada día con peores condiciones.

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¿Cuántas veces hemos oído decir aquello de "los profesores es que viven muy bien; tienen dos meses enteros de vacaciones en verano y trabajan muchas menos horas"? Funcionarios, con puesto fijo de trabajo (no todos), se les considera unos privilegiados, pues, por ello, su trabajo es supuestamente más tranquilo y menos exigente. Estas características y estos prejuicios, en definitiva, hacen que no tengamos en cuenta las cada vez más duras condiciones de estos profesionales.

Si bien es cierto que la jornada laboral de cara al público, es decir, con niños o adolescentes, es menor de 40 horas semanales, no olvidemos que hay que añadir las horas de tutorías con padres, horas de guardia y de suplencia de otros cursos, de preparación de clases, actividades y exámenes, y de corrección de estos. Tanto en educación infantil, como primaria y secundaria, el profesor siempre lleva trabajo a casa, necesario para el desempeño de su actividad. Pero, ¿se cuentan de alguna manera esas horas? Ciertamente no, y tampoco se les reconoce socialmente.

"Los profesores tienen mucha suerte, pues ejercen un trabajo que les gusta, sobre todo los que están con niños pequeños". Lo cortés no quita lo valiente. Que se tenga la posibilidad de desempeñar una función social, como es la educación, de forma vocacional no significa que sea un camino de rosas. Y mucho menos para aquellos que tienen a su cargo a los más pequeños. Estos trabajadores se enfrentan a clases cada vez más numerosas, con más de 25 alumnos que hablan, gritan, corren, saltan y protestan, a los que es necesario prestar una atención constante. Además, el correcto trabajo del maestro se vuelve casi imposible cuando en el mismo aula se encuentra con alumnos de niveles muy diferentes, distintas personalidades y grados de madurez, por no hablar de aquellos con necesidades educativas especiales a los que los continuos recortes están privando de una atención personalizada, como requieren. Y más aún, con el caso de los niños de primer año escolar (los que entran en Educación Infantil con apenas 3 o incluso 2 años), los maestros a veces se ven realizando funciones básicas como limpiar a los alumnos después de ir al baño, o lidiar con aquellos que llegan al aula todavía con chupete.

Situaciones en casos semejantes son a las que se enfrentan los monitores de actividades extraescolares. Se trata esta de una salida laboral relativamente asequible para jóvenes y recién titulados que luchan por conseguir un empleo y salir del paro. Es un puesto con una remuneración muy baja, teniendo en cuenta el esfuerzo que requiere, pero para el que a menudo piden cierta experiencia, una titulación mínima y, sobre todo, mucho sacrificio. Suelen ser pocas horas a la semana, por lo que los monitores intentan compaginar su actividad con otros empleos, pero llevan igualmente una dosis de trabajo a casa de preparación de clases y actividades. La realidad de estos trabajadores es ciertamente lamentable, pues, igualmente que los maestros y profesores, ven cómo sus condiciones van empeorando. Las empresas que ofrecen estos servicios llevan varios colegios y centros culturales a la vez, y se aprovechan de las altas tasas de paro juvenil y demanda de estos trabajos para reducir aún más sus salarios.

Los convenios de los monitores son bastante laxos, así como su campo de trabajo es amplio. No existe en muchos casos un límite de niños en un aula y, al ser una educación no reglada, se juntan distintas edades y niveles, a voluntad de la empresa que lo gestiona y a la que, obviamente, le interesa pagar al mínimo de trabajadores, aunque para ello un monitor esté saturado y le sea realmente imposible desempeñar su tarea.

Lamentablemente, encontramos un grupo de trabajadores de este ámbito con unas condiciones aún más penibles, basadas en el hecho de que no cobran sueldo alguno por su trabajo. Hablamos de los becarios y estudiantes universitarios (de Grado o de Máster) o de otras titulaciones en prácticas, cuyo esfuerzo es similar al de los profesores o monitores ya titulados, con el plus de deber desempeñar el trabajo lo mejor posible para aprobar y poder obtener su titulación, enfrentándose a las mismas carencias de medios y de personal, pero sin recibir ni un euro por ello. Es más, recordemos que estas prácticas cuentan como una asignatura y, por lo tanto, son pagadas por el propio estudiante como parte de la matrícula.

No caigamos en el juego fácil de criticar a estos profesionales con las típicas acusaciones. No olvidemos que no son sino trabajadores explotados por un sistema que sólo busca mayor rentabilidad y enriquecimiento, a costa de algo tan esencial como la calidad de la educación de los más pequeños. El esfuerzo mental y psicológico diario es enorme, y apenas se ve recompensado, ¿podemos hablar de dignidad en estos trabajos? Lo estamos viendo: no en el capitalismo.

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