El monopolio del transporte, un problema tanto para trabajadores como para clientes

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La distancia no se mide solamente en kilómetros, sino que se mide en tiempo y dinero. Recorrer una distancia implica invertir un tiempo que dependerá del medio de transporte que se use, y este a su vez dependerá del dinero que puedas pagar, es decir, de la clase a la que pertenezcas. La clase trabajadora no tiene muchas opciones, poseer un coche puede suponer un lujo impagable por lo que la movilidad queda limitada a los servicios de transporte, públicos o privados. Pero a la hora de viajar dentro de la península, e incluso al exterior, los medios de transporte quedan limitados, de nuevo, para las clases populares, de rentas bajas, a los autobuses, el metro, el tranvía, pero no mucho más.

Si nos fijamos en el sector de los autobuses encontraremos que nominalmente existen hasta 4000 empresas, pero que solamente 3 copan más de un tercio del mercado nacional. Esto era así, al menos, en 2007, antes de la crisis cuando el proceso de concentración de las empresas del transporte del autobús llevaba unos años funcionando. Ahora, después de 8 años de crisis todo parece indicar que la concentración empresarial ha aumentado. Así es la lógica del capital, en tiempos de crisis, cuando las aguas están revueltas, sólo aguantan los peces gordos, mientras que los pequeños son poco a poco depredados por los mayores. ALSA es un claro ejemplo de esto, durante estos años ha absorbido empresas como Rutas del Cantábrico S.L., Turytrans, Empresa Fernández, Empresa Arrojo S.L. entre muchas otras.

Solamente ALSA ya abarcaba en 2009 el 16% del mercado, siendo así la más grande de estos gigantes del mercado, seguida del Grupo Avanza y Arriva.

Tal vez lo más sangrante de esta situación no es que estas empresas copen cada vez más el mercado, sino que son todas ellas de capital extranjero (británico). Cuando la clase trabajadora del Estado español tiene que soportar subidas de precios en todo el sector se debe a las medidas acordadas conjuntamente por unos capitalistas londinenses totalmente alejados de la situación e intereses de nuestro pueblo; pero muy interesados en no perjudicarse mutuamente y ampliar su masa de beneficios. Y a nadie que use frecuentemente el autobús para viajar se le escapa que el servicio no es el idóneo, y tampoco está acorde al precio. En demasiadas ocasiones los autobuses no cuentan con algo tan básico como cinturones, la luz y la ventilación funcionan cuando quieren, así en pleno invierno en un viaje nocturno uno puede encontrarse con que su luz no se apaga y tampoco el sistema de ventilación del que sale un frío helador. Y todo esto para acabar pagando a veces verdaderas fortunas. ¿Cómo se explica que empresas multinacionales como ALSA no renueven su flota, u ofrezcan un servicio mejor? La verdad es que sí lo hacen, pues tenemos ALSA Premiun, por ejemplo, si estás dispuesto a pagar todavía más, entonces no hay problema. Una vez más, los sectores populares nos quedamos excluidos.

Si queremos viajar habrá que coger autobús, y más vale que estemos preparados, no va ser un viaje cómodo ni barato. Es lo que sucede cuando la competencia casi ha desaparecido (aunque parezca contradictorio es la tendencia del capital, reducir la competencia), las empresas se encuentran en situación de oligopolio, se reparten el mercado y lo saquean sin molestarse entre sí. Por ejemplo, la mayoría de conexiones entre dos poblaciones las llevará únicamente una empresa, no habiendo así alternativas a esa empresa ¿variedad de productos? ¿libertad de elección? ¿No eran esas las promesas del capital?

Así es normal que los precios sean tan altos, no hay competencia (las comunicaciones ferroviarias, con excepciones, no pueden competir) estamos expuestos a sus designios y si no nos gusta, tenemos dos alternativas, no viajar, o comprarnos un coche.

No obstante, a pesar de estas lúgubres opciones yo me atreveré a presentar una alternativa: ¿Y si socializamos el transporte? ¿Y si el Estado gasta dinero para crear una flota de autobuses seguros y cómodos cuyos precios se limiten al precio de coste y no a unas ganancias infladas por el monopolio?

Un transporte para todos y todas, que no se fundamente en el beneficio sino en la utilidad del mismo.

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