Vaya por delante que soy un desencantado del fútbol así que no estoy personalmente interesado en defenderlo. Después de muchos años trepando por las gradas del equipo de mi ciudad, el terrible modelo del fútbol como espectáculo televisivo, la hipocresía de comerciar con los sentimientos de los aficionados, la impunidad con la que la ideología fascista campaba por los estadios, el incremento constante del precio de entradas y abonos y otros tantos motivos personales acabaron por empujarme a pasar soberanamente del fútbol. A ese episodio de mi vida le siguieron años de descubrimientos y de toma de una cierta conciencia de clase que poco a poco se fue desarrollando. Entonces, en ese nuevo afán por entender la sociedad, con esa nueva forma de ver las cosas, yo también caí en un pensamiento estúpido: pensé que una parte importante de la culpa de nuestra terrible situación es de la gente que "se queja de todo pero en vez de salir a la calle se pega el día en el bar viendo el fútbol". Algo así como "deja el fútbol y lucha por tus derechos" pensaba yo, tonto de mí.