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Jue28032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


Las diferencias de los bolos tradicionales en Cataluña y Cantabria

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Hoy en nuestra sección de deportes tradicionales os traemos dos formas distintas de jugar a los bolos, si la semana pasada aprendimos a jugar a los bolos tal y como lo hacen en Used (Aragón), este sábado os enseñamos el arraigamiento que tienen otras variedades de este sencillo juego en las culturas catalana y cántabra respectivamente.

La razón de que haya tanta variedad de formas de jugar a los bolos según la zona geográfica es muy sencilla, los bolos es un deporte muy fácil y para nada costoso pero requiere de unos ciertos materiales que dependiendo del lugar hacen que haya pequeños matices en normas y formas de jugar que se han ido manteniendo a lo largo del tiempo.

Los bolos catalanes es un juego tradicional de Cataluña profundamente enraizado en la cultura catalana. Consta de 6 bolos y 3 "bitllots" (bolos pequeños) estos últimos se arrojan contra los grandes con la finalidad de derribarlos en nueve tiros repartidos en 3 rondas desde una distancia de 11,5 metros. En cada ronda solo se pueden derribar de uno a tres bolos. Los bolos miden 510 mm de altura 65 mm de diámetro la cabeza y 90 mm el diámetro de la base. Los "bitllots" 280 mm de longitud, el diámetro de la empuñadura es de 40 mm y el de la base 80 mm.

La primera referencia que existe de este deporte en Cataluña es de Ramón Llull en su libro "Contemplació 1273", aunque también se encuentran documentos en los libros de ordenaciones de Torroja del Priorat (año 1.376) el segundo de Igualada (año 1.402); los cuales dejan constancia de su práctica ya en esa época tan lejana. Podríamos decir que los bolos catalanes experimentaron su cénit en plena edad media.

Si damos un salto cuantitativo en el tiempo hasta el siglo XX sabemos que se siguió practicando convirtiéndose en un juego relativamente popular entre la clase trabajadora, un juego libre y espontáneo que practicaban al aire libre en hermandad. En el participaban tanto personas de mediana edad como jóvenes y niños. Los adultos lo practicaban sobretodo en los tiempos libres (que eran pocos) después de una larga y fatigante jornada laboral, en un ambiente informal a la vez que comunal; casi siempre en sus barrios de residencia.

Durante la Segunda República española se continuó practicando con total libertad, hasta el estallido de la guerra civil española, cunado, obviamente, los juegos populares quedan en un segundo plano. En 1939 se instaura la dictadura de Francisco Franco y el juego es prohibido por el régimen con el pretexto de que se hacían apuestas. Una de tantas leyes represoras y dictatoriales que el caudillo aprobó por "la gracia de Dios".

En los años 80 el deporte revive y se convierte en un deporte federado que es practicado por unas 2.000 personas en toda Cataluña, con más de un centenar de clubes. ¡Eso sí!, bajo la tutela y supervisión de la Federación Catalana de Bolos i Bowling junto con la secretaria general de deporte de Cataluña de la Generalitat. Estas dos personas jurídicas se encargan conjuntamente de "tutelar" este deporte, sus competiciones internacionales, cualifican las competiciones oficiales, se encargan de la potestad competitiva/disciplinaria y un largo etcétera de puntos pertenecientes al artículo 8º de los estatutos de de la Federación Catalana de Bolos y Bowling.

No hay ningún impedimento para que la clase trabajadora pueda practicar este deporte per se, tan solo debe buscar el club más cercano a su comarca, hacerse socio, pagar las cuotas asumibles del club, eso sí; un juego de bolos homologados por la Federación (como no) cuesta alrededor de unos 225 €. En definitiva, la federación, la secretaria general de deporte y la Generalitat controlan y deciden de pleno derecho hasta el más ínfimo aspecto que comprende este deporte supuestamente popular y tradicional.

Una vez más las garras de las administraciones públicas y las federaciones privadas deciden y gobiernan hasta el ocio de los trabajadores, restando identidad y autenticidad a este deporte creado y practicado por las clases populares desde tiempos inmemoriales.

Otro lugar donde es tremendamente popular el juego de los bolos es en Cantabria, especialmente la variedad "bolo palma". La mayor diferencia de esta modalidad con respecto de otras es la preponderancia de la habilidad sobre la fuerza, ya que se basa en una técnica que consiste en la colocación de la bola, la cual no tiene agujeros, sobre la palma de la mano.

Los humildes elementos necesarios para la práctica del bolo palma revelan su origen popular, ya que solo se precisan de nueves piezas cilíndricas de madera, los bolos, que se colocan en tres hileras de tres bolos cada una, y una más pequeña que se coloca a un lado de estos, el emboque, además de la mencionada bola.

Existen numerosas evidencias documentales de que ya, a finales del siglo XVIII, la práctica de este juego estaba arraigada y era muy habitual en el territorio de Cantabria, pero el enraizamiento de los bolos en las costumbres populares se produce con la llegada del siglo XIX. Durante todo el siglo XX, el bolo palma goza de una gran popularidad e incluso, en las épocas más duras, durante el período posterior a la Guerra Nacional Revolucionaria, la afición por los bolos no decae en las distintas comarcas de Cantabria; de hecho, no es extraño que los jóvenes cántabros hayamos escuchado a nuestros abuelos recordar con nostalgia los partidos que disputaban en su juventud contra muchachos de localidades cercanas y que constituían uno de los escasos momentos de diversión en una época marcada por las estrecheces y penurias que padecían.

Durante las décadas de los 80 y los 90 del siglo pasado, el bolo palma se profesionaliza y se reafirma como deporte a todos los niveles, alcanzando el reconocimiento oficial por el Consejo Superior de Deportes e, incluso, instaurándose el Campeonato Mundial de Bolo Palma, alejando así al juego de bolos de su carácter popular. Del mismo modo, las televisiones de ámbito autonómico, generalmente en manos de caciques y empresarios locales, emitían partidos, pero desaparecieron de la parrilla con la llegada de la crisis económica, la cual ha afectado también al patrocinio de los equipos y a la organización de torneos, dejando al bolo palma en un momento delicado.

Asimismo, las instituciones de Cantabria, en su afán por borrar las tradiciones y la cultura popular del pueblo cántabro, no han apoyado este juego. Uno de los ejemplo más recientes lo encontramos en la transformación de la antigua bolera de San Martín, uno de los lugares turísticos de Santander, en un "mirador" con vistas a la bahía, solo unas semanas antes del comienzo del Mundial de Vela, celebrado el verano pasado en la capital cántabra y que se constituyó en un ejemplo de especulación y despilfarro por parte de la oligarquía local.

 

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