Hoy en Tinta Roja os recomendamos La ladrona de libros, una novela que ha sido recientemente adaptada al cine de la mano de Brian Percival. Esta historia nos habla de la Segunda Guerra mundial desde una perspectiva a la que no estamos acostumbrados a encontrarnos en los libros y películas que tratan este periodo histórico, la de los sectores obreros y populares que no tuvieron que enfrentarse directamente al Holocausto, pero que cargaron igualmente con las duras condiciones de la guerra y la Alemania nazi. Asimismo, se hace una novela imprescindible para todo amante de la literatura, ya que nos hace partícipes de la pasión de Liesel, la protagonista, por la lectura, y cómo ésta a lo largo de la historia le ayuda a afrontar las duras condiciones de vida de un barrio humilde en tiempos de guerra.
Ya por la temática se presupone al instante de que ésta va a ser una novela triste. Sabemos desde el principio lo que va a pasar, la misma narradora, la Muerte, se encargará de recordárnoslo a lo largo del libro, al mínimo asomo de felicidad que puedan tener los personajes. Pero esto la hace aún más peculiar, ya que no nos engaña, y justo esa honestidad hace al lector sumergirse de lleno y ser partícipe de todas las inquietudes, sueños, de los personajes, más allá de sentir simple pena por ellos. Es una novela cruda, de las que te dejan huella.
La novela comienza cuando la protagonista se dirige junto a la poca familia que le queda a una casa de acogida. Desde el principio la Muerte nos acompaña. Todavía la guerra no había empezado, pero corrían ya tiempos difíciles adelantando lo que se venía. Muchos comunistas, incluyendo sus padres, se vieron empujados al exilio. Liesel llega sola a su nuevo hogar, donde Hans, un veterano de la Primera Guerra Mundial, y Rosa, ama de casa de carácter implacable, la acogerían. En ese barrio, Himmelstrasse, pasamos el resto de la novela, viendo cómo ciertos sectores populares van aceptando el nazismo como algo propio, o cómo la guerra comienza siendo algo ajeno y lejano y acaba siendo algo más para las gentes de este distrito. La historia se nos presenta bajo la perspectiva de una niña, de cómo la poca infancia que le queda a ella y a sus vecinos se adapta al clima de la guerra.
Liesel aprende a leer entre quemas de libros, y como todos aquellos afortunados que a pesar de provenir de familias humildes aprendían a leer en esos tiempos: medio a oscuras, medio a escondidas, con la suerte de poder contar con alguien cercano que supiese leer y pudiese enseñarles. Empezada la guerra, ingresa junto a otros compañeros en las Juventudes Hitlerianas, dándose en ella desde el principio un conflicto interno entre lo que veía y aprendía día a día en la organización y cómo le hacía ver el mundo la literatura y sus propios orígenes. Vemos cómo al mismo tiempo que Liesel se ve envuelta en ese panorama, Max, un joven judío al que Hans se había comprometido a proteger, se refugia en casa de esta peculiar familia, en su sótano, enseñándole entre el duro frío del invierno alemán la lección que le salvaría la vida: el poder de las palabras.
Paralelamente, las condiciones de esta familia van empeorando a lo largo de la historia. Hans trabaja pintando casas y Rosa haciendo de asistenta en casas vecinas, pero con la complicación de los tiempos cada vez entra menos dinero en casa, y pasan a sustentarse de los ingresos que él consigue liando cigarrillos para después venderlos y tocando el acordeón. Las casas a las que Rosa va a trabajar van Sumado al peligro de la miseria, Hans se enfrenta a una situación política delicada, ya que nunca le llegaron a aceptar en el NSDAP por recelo. Es un personaje que se ve totalmente contrario a esa barbarie, pero sin embargo le toca asegurarse de que él y su familia no corran peligro. Acaba siendo aceptado en el partido, pero a un precio muy alto: Es mandado a la guerra, como tantísimos otros obreros, a morir por unas causas que le eran ajenas y en las que tan siquiera creía. Y este es otro de los puntos fuertes de la novela: el autor se inspiró en la experiencia que su familia le había ido transmitiendo, y más allá de reflejar las penurias familiares, recoge todas esas historias y las hace, finalmente, una sola. La historia de cómo la burguesía se escudó en el fascismo con tal de asegurar su supervivencia, de cómo en los tiempos en la que ésta está en crisis va a intentar transmitir por todos los medios su reacción a la clase obrera. Miedo, pobreza, valores como la xenofobia y orgullo patriótico en ese caso cumplieron su objetivo: la gente humilde continuó pagando, mucho más incluso, y el burgués pudo seguir aumentando su riqueza. Como en todos los libros que abordan esta temática, la enseñanza principal es clara: en nuestra mano está que la historia no se repita.
