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Vie26042024

Última actualización09:36:03 AM GMT


El Monumento a la III Internacional, o cómo el hombre llegó a los cielos

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Fueron muchos los intelectuales que pusieron sus capacidades artísticas al servicio de la revolución bolchevique. Uno de ellos fue Vladimir Tatlin, el mejor exponente del constructivismo ruso y que hoy veremos analizando su obra más conocida, el Monumento a la III Internacional.

Los años previos a la revolución de Octubre los bolcheviques trabajan duramente para que su propaganda pudiera llegar a cientos de miles de trabajadores, a todas las fábricas y también al medio rural. Sin embargo, en la Rusia zarista la mayoría de campesinos y obreros eran analfabetos, hecho que condicionó sin duda los métodos propagandísticos y el nuevo arte revolucionario. Fue así como la propaganda pasó a tener la imagen, la iconografía, como elemento central para superar las barreras del analfabetismo y llegar a toda la población obrera rusa. Esto lo sabían bien los intelectuales ligados al bolchevismo, quienes contribuyeron a la revolución con sus obras.

En 1918 Lunacharski, Comisario del Pueblo para la Instrucción Pública, anuncia el Plan de Propaganda Monumental con las siguientes palabras: "Acabo de hablar con Vladimir Ilich. Una vez más, ha tenido una de las ideas profundamente estimulantes con que tantas veces nos ha sorprendido y encantado. Pretende decorar las plazas de Moscú con estatuas y monumentos a los revolucionarios y grandes luchadores del socialismo". El 13 de abril de este mismo año el decreto fue publicado y comenzaron las primeras obras del Plan de Propaganda Monumental, o Plan Lenin. Durante los meses venideros las pequeñas y grandes plazas no solo de Moscú, sino también de Petrogrado, amanecían con nuevos inquilinos, bustos a Marx, Engels, Roberspierre, Dostyevskii... Tatlin, conmocionado con el Plan de Lenin, buscó mejorarlo, denunciando que muchos de los monumentos eran obras de jóvenes artistas con mal gusto, que poco o nada representaban 'lo nuevo' y comenzó a confeccionar el proyecto de su torre, el Monumento a la III Internacional.

El objetivo de Tatlin era construir un símbolo socialista, combinando materiales y formas revolucionarias, en una época histórica dada. No obstante, con la fundación de la III Internacional en 1919, Tatlin quiso que su obra tuviera también un sentido práctico albergando así despachos y salas de la Komintern.

La torre se dotaría de dos materiales clave, el hierro y el cristal. El hierro sería utilizado para dar soporte a toda la estructura y el cristal para las salas que albergaría la Torre, el primero representaba la fuerte voluntad del proletariado, el segundo la claridad de su conciencia para llevar a cabo esta tarea. La estructura externa estaba compuesta por dos espirales separadas que se movían en la misma dirección en torno a un eje diagonal y que daría soporte a tres volúmenes de cristal; el primero, con forma de cubo, albergaría los Congresos de la IC; el segundo, con forma piramidal, contendría el Comité Ejecutivo, Presidium y otros servicios de administración; en el tercer nivel nos encontramos un cilindro, albergando servicios de información, oficinas de prensa y radiofonía... No olvidemos que el movimiento es la forma de existencia de la materia, y Tatlin quiso eso mismo, movimiento en las espirales de hierro y los volúmenes cristal: el primer nivel giraría sobre su eje una vez al año, el segundo una vez al mes y el tercero una vez al día, todo esto alineado con el cosmos, pues el eje diagonal de la estructura apuntaba a la estrella polar.

La faraónica obra de Tatlin pretendía medir 400 metros, superando así a la Torre Eiffel y quedando para la posteridad como uno de los hitos de la Gran Revolución de Octubre. Nunca se llegó a construir, dada la inmensidad de la Torre, pero sus maquetas se pueden ver hoy en cientos de libros de arte, museos, exposiciones constructivistas...

Quizás sea el Monumento a la III Internacional aquello que nunca se dio, cómo el hombre estuvo más cerca que nunca de tomar el cielo por asalto, como aquellas férreas vigas se elevaban desde la tierra a los cielos, con el impulso de los proletarios, como el imparable avance del comunismo.

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