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Mar19032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


Filosofía básica para la juventud revolucionaria (III) - ¿El fin justifica los medios?

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El fin justifica los medios. Tradicionalmente se asocia esta máxima a Maquiavelo, y la negativa... ¿al cristianismo? No está claro. En cualquier caso ni Maquiavelo afirmó tal cosa ni el cristianismo predica con el ejemplo: el problema de los medios y los fines, de hasta qué punto es ético o no un medio para conseguir una finalidad, es un problema de actualidad. Es una pregunta que no puede responderse con un sí o un no, sino que requiere una mirada un poco más sensata, una mirada revolucionaria, y eso es lo que vamos a hacer. Aunque ya avanzamos que sí, a veces el fin justifica los medios. ¿Por qué afirmamos esto los marxistas?

El Príncipe de Maquiavelo es un libro digno de leer para quien ande interesado en este tema, pero nosotros vamos a basar nuestras reflexiones en «Ética y progreso», de Howard Selsam, por enfocarlo de forma más clara. Para quienes lanzan la pregunta en abstracto «¿el fin justifica los medios? ¿Sí o no?» hemos de decirles que son unos hipócritas. Si respondes que sí, por ejemplo diciendo que está bien cortar la cabeza al rey (medio) para realizar la revolución (fin) o repartir cuatro sopapos (medio) para ayudar a una amiga a la que están agrediendo (fin), enseguida te tacharán: «¡violenta! ¡radical! ¡inmoral!». Si respondes que no, parecerás una buena persona, piadosa, casi un santo. Normalmente esta acusación se usa para deslegitimar a los revolucionarios de la historia, a quienes tomaron la Bastilla a tiros, o el Palacio de invierno a cañonazos, o a quienes lucharon contra el fascismo en la guerra civil, o a quienes hoy defendemos que la violencia colectiva puede ser una herramienta necesaria para cambiar las cosas. Quienes nos acusan, rápidamente afirman que ¡jamás el fin justifica los medios! y que ellos no lo harían. Hipócritamente están dispuestos a usar la fuerza donde sea, a matar por petroleo, a torturar por racismo, a matar por misoginia, a evangelizar a golpe de cruz de madera.

Pero entonces ¿justifica o no justifica los medios? La respuesta es que la pregunta no puede contestarse de esta forma. Todo el mundo cree que algunos fines justifican algunos medios, pero nadie cree que cualquier fin justifique cualquier medio. Además, es obvio que un medio sólo halla justificación en el fin que persigue, ¿en qué sinó?

A nadie se le ocurriría responder a la pregunta «¿los objetos valen su precio?» con un sí o un no; obviamente cabría responder «¿de qué objeto y de qué precio estamos hablando?» puesto que podemos valorar que 30 céntimos es un precio razonable para una barra de pan pero no que unos zapatos cuesten 200 euros. Ante el problema del fin y los medios, la actitud es la misma, y la única respuesta coherente es «¿de qué fines y de qué medios estamos hablando?».

Una primera tentativa nos llevaría a preguntarnos entonces cuáles son los fines buenos, los que quizás valga la pena conseguir con todos los medios. ¿Será la justicia absoluta de Platón? ¿la buena voluntad de Kant? ¿el Dios eterno? ¿el Bien, así en abstracto? Los filósofos idealistas, de los cuales nos alejamos los marxistas, siempre andan con principios eternos, muy alejados de la realidad. Para nosotros, un fin es justo si implica el mejoramiento material y cultural del pueblo, del ser humano en general, una mayor libertad y capacidad de creación y de vivir de forma armónica. El voto femenino, la jornada de 8 horas, la educación pública o la «separación» de la justicia del poder gubernamental, fueron fines por los que el ser humano luchó, y que lo situaron en posiciones de mayor libertad, bienestar y cultura. Nuestros fines ahora son ligeramente distintos, quizás algo superiores, y se engloban en un fin mayor: el fin de la explotación del ser humano por el ser humano y de toda opresión. Medios y fines van siempre unidos entre sí, transformándose unos en otros como fases del proceso histórico, del progreso.

Cuando nos ponemos de acuerdo en un fin, cuando decidimos que una es la solución de un problema concreto -o muchos- que nos afectan, entonces hemos de determinar cuáles son los medios que tal fin puede justificar en un contexto muy concreto: el tiempo presente y el lugar presente. ¿Habrá algo que no sea lícito hacer en ningún caso, por muy bueno que sea su fin? Es difícil de saber, pero es claro que nadie soportaría métodos terroristas para conseguir un fin que puede conseguirse igualmente con métodos pacíficos; no obstante, cuando no hay otra manera de realizar las cosas, cuando se han agotado las vías pacíficas de solución o cuando la naturaleza del problema es tal que no permite su solución pactada, incluso cuando el problema usa la fuerza contra quien intenta solucionarlo, muchas personas justifican entonces nuevos medios. Las luchas anticoloniales, por ejemplo, como la de Argelia; la resistencia antiimperialista, como la de Vietnam; las antifascistas, como la de nuestro pueblo en el 36 o de la URSS en el 45... no pueden juzgarse con patrones inmutables sacados de otros lugares y épocas bajo circunstancias distintas y con distintos niveles de desarrollo de las actitudes morales. Además, tampoco pueden ser juzgados independientemente de los métodos usados por sus opresores.

Estudiar el contexto en el que se trabaja por un fin es la clave en todo este asunto. Si se trata de un fin banal, como conseguir una cerveza, podemos optar por comprarla o por robarla en un supermercado multinacional: la primera sería más acorde con los patrones morales establecidos, aunque la segunda tampoco sería condenable, pues esa multinacional les roba los sueldos y los derechos a miles de trabajadoras y trabajadores. En cualquier caso, golpear y atar de pies y manos al cajero y llevarnosla sí sería condenable. Primero por innecesario (si fuesen productos de primera necesidad...), segundo por ineficaz (hay cámaras y vamos a salir perdiendo) y tercero por injusto (el cajero no tiene culpa de nada). Si se trata de un problema de escala mayor, como la lucha contra un ERE en una empresa, contra el machismo en la sociedad, por la integración racial o por el Socialismo, los medios se complican pero el esquema es similar. Primero, eficacia. Segundo, dentro de las formas eficaces, ¿cuál es la forma de hacerlo causando un menor malestar o daño? Tercero, ¿qué métodos están utilizando quienes perpetúan el problema? Cuarto, ¿cuántas personas están de acuerdo con unos métodos o con otros? ¿cuál es el nivel de confianza en unos métodos u otros?

Más o menos, Maquiavelo venía a decir algo así también. La lectura «Oh, Maquiavelo, qué malvado e inmoral, dice que el fin justifica los medios, a saber qué haría el loco» no es correcta. En primer lugar porque Maquiavelo trabaja y escribe para los Medici, los gobernantes de Florencia de entonces, y lo que pretende es guiar su actuación -o la de quien vaya a gobernar ahora o luego-, no sentar cátedras abstractas sobre el qué hacer general, algo así como proverbios de Cohelo o máximas de vida. En segundo lugar, porque en esta tarea lo que dice es que, excepcionalmente, los asuntos de un príncipe o gobernante pueden ser tan importantes que pueda justificarse el engaño o la traición, pero no como método sistemático sino como medida especial.

Nosotros tomaremos como ejemplo el Socialismo porque los objetivos políticos de los Medici en el siglo XVI son demasiado complejos; éste es nuestro fin -o llamadlo «un mundo mejor», o el objetivo que cada cuál quiera. Queremos la meta del socialismo porque la consideramos altamente noble, un beneficio gigantesco para la humanidad en lo que respecta a las condiciones de vida, hermandad, cultura y armonía. Los medios que usaremos serán los que nosotros mismos decidamos para cada momento, lugar y acción, en virtud de las posibilidades, de nuestras concepciones morales, de los métodos del Estado capitalista, la policía, etc. Es decir, los medios no sólo los determina el fin (jugar a dardos, por ejemplo, no tiene ninguna relación con realizar el socialismo y sería un medio estúpido) sino también el contexto en el que se da el proceso, teniendo en cuenta todos los recursos que el capitalismo -en este caso- posee para perpetuarse a sí mismo contra la voluntad y la salud de millones de personas. Pero si nos inspirásemos enteramente en las condiciones del capitalismo para nuestra lucha, la finalidad no sería otra que hacer de los actuales capitalistas esclavos de los obreros. Si nos inspirásemos enteramente en la esencia del patriarcado, la lucha feminista estaría dirijida a establecer un matriarcado que implicase una opresión social y psicológica sobre los hombres; pero esto no es así. Aunque hemos de luchar contra el capitalismo en el terreno capitalista y contra el patriarcado en el terreno patriarcal, nuestros fines son esencialmente distintos y nuestros medios avanzan ya lo que queremos conseguir: las actitudes, las relaciones, los métodos democráticos, la hermandad, la sororidad, la solidaridad...

Selsam resume bien esta idea: «Tal es el doble problema del movimiento socialista: tiene que triunfar y consolidarse con medios apropiados: el máximo desarrollo de la democracia y la máxima participación de todos los trabajadores y sus aliados. Por otra parte, hay que reconocer que el movimiento socialista se desarrolla en el seno de una sociedad gobernada por una minoría que es rapaz, despiadada y desesperada en sus esfuerzos por mantener su dominación económica, política y social. Así pues, este mundo inmoral es el marco obligado para la lucha por los fines morales del socialismo, y este mundo determina en gran medida el carácter de los medios para su implantación» a lo que el poeta Bertolt Brecht añade: «Ay, nosotros que quisimos preparar el campo para la bondad no pudimos ser bondadosos. Pero vosotros, cuando hayais llegado tan lejos que el hombre va a ser un amigo para los hombres traten de recordarnos con indulgencia.»

Con la esperanza de haber proporcionado un poco de claridad sobre el tema para los futuros debates, diremos como conclusión que ante la cuestión de si el fin justifica los medios, la juventud revolucionaria siempre preguntaremos «¿Qué medio? ¿Qué fin?». Cada caso será un mundo y lo último que seremos los revolucionarios será tontos. Para eliminar la inmoralidad de la explotación, de la opresión de género, del racismo y la xenofobia, del hambre, del frío, de la bajeza... quizás sea necesario utilizar momentáneamente medios que luego desterraremos. Para eliminar la inmoralidad organizada y sistemática, probablemente, el fin sí justifica los medios.

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