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Vie29032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


El genial juego de pies frente a la vida de Poli Diaz

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Desde la sección cultural de Tinta Roja, queríamos escribir un artículo dedicado a los deportistas de élite que nacieron en esos barrios de toldos verdes y enormes bloques de pisos, en los barrios obreros. Por ello, nadie mejor que Poli Diaz, "el potro de vallecas", para servir de imagen a todos aquellos jóvenes que a golpes lograron saltar de la cancha o el gimnasio del barrio a centenares de televisiones de todo el país.

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La vida de Poli nunca ha sido fácil, no lo fue en sus inicios ni lo está siendo en sus finales. Como decía el poema de Blas de Otero, Madrid es necesariamente cuna y sepulcro, inevitabilidad de una tragedia ante la que un buen boxeador solo puede ofrecer su genial juego de pies e intentar anticiparse con una esquiva parcial al golpe siguiente. Policarpio Diaz Arevalo, nacido el 21 de Noviembre de 1967 en Palomeras, ha sido, además del último y más popular de los boxeadores populares de la historia del boxeo español, una figura controvertida y en muchas ocasiones maltratada. El título de su autobiografía: "A golpes con la vida", ya nos indica que no siempre fue capaz el vallecano de esquivar los golpes que venían, pero si trato de al menos responder a todos ellos.

Poli Diaz de joven trabajaba en un taller de costura como obrero, aquel chico, capaz de falsificar el libro de familia para poder boxear como juvenil, pronto soltaría la herramienta para ponerse a danzar sobre un ring. Debutó con 20 años y a los 22 ya era campeón de España y de Europa, título que revalidó hasta en 7 ocasiones. Polí llegaba invicto a su pelea por el Título Mundial de los Pesos Ligeros WBC, WBA, IBF frente al púgil norteamericano Pernell Whitaker en el ring del Scope en Norfolk, Virginia (Estados Unidos). En esa pelea estuvo Polí apunto de la coronación, pero era demasiado que un joven de Vallecas batiese por K.O en EEUU al boxeador estadounidense y volviese a decir al terminar el combate aquello de: "Yo esta victoria se la dedico a todo el mundo que no pueda verme, a toda la gente de los pueblos que no puede verme"; era demasiado y alguien no perdona, no perdona los orígenes y el olor a calle, a barrio, no perdonan que entrases con el Bravo, campeón de Los Chunguitos al combate, ni que compartieses el primer dinero que ganaste en una pelea con tus compañeros de curro; eso no lo perdonan y por eso el árbitro y hasta los de tu propia esquina te ayudaron a no ganar.

Polí Diaz pudo perfectamente ganar aquel combate, pero no le dejaron, todo lo que continúa es historia conocida, un exceso de energía, un tropezón, un golpe al mentón y la caída a los infiernos que en esta ciudad siempre tiene ascensor directo para los jóvenes hijos e hijas de las familias trabajadoras. Pero a pesar de todo Polí sigue en pie, sigue viviendo en su Vallecas conservando la genialidad y la inocencia del que se vio en un sitio que jamás esperó, por eso Polí se dormía antes de los combates y por eso a Poli la gente del barrio le grita "¡Venga, Poli, campeón!" cuando se lo encuentra, porque Poli es de alguna forma campeón y compañero, genio y colega.

Siempre se ha dicho fácilmente aquello de que Polí fue el mayor enemigo de sí mismo, fácil, sencillo e insuficiente para definir la carrera de un boxeador. Fue él mismo el que mejor definió su vida y la de tantos otros, la caída y el continuo juego de pies frente a la vida: "En el barrio empezaron a faltar héroes y a sobrar heroína".

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