Navajeros es una de las obras cumbre del género quinqui, que muestra en qué condiciones malvivió aquella juventud obrera recién salida del Franquismo, aquellos "macarras de ceñido pantalón" que, entre idas y venidas del reformatorio, acabaron por convertirse en una suerte de mitos populares para los chavales de los barrios.
En cierta manera la adopción del protagonista, "El Jaro", como icono de muchos jóvenes de barrio de la época se debió a que éste representaba sus intereses como clase social, una juventud lumpenproletaria obligada a lucha por su supervivencia.
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Navajeros (Eloy de la Iglesia, 1980) cuenta los últimos años de vida de José Joaquín Sánchez Frutos, alias "El Jaro", un famoso delincuente de apenas quince años que, junto con su banda, durante la segunda mitad de los setenta supuso grandes quebraderos de cabeza para la policía madrileña, a quien le costó sangre, sudor y lágrimas meter al muchacho en reformatorios de los que no paraba de fugarse.
Siendo una de las primeras películas del cine quinqui (y debut del actor José Luis Manzano), Navajeros nos traslada a aquellos barrios marginales del extrarradio de Madrid, en los que el tiempo se había detenido y las bondades de la democracia no habían terminado de llegar; donde, en la fina línea que separa al proletariado del lumpen, los niños perdidos de la Transición, chavales carentes de futuro y rodeados de muerte y miseria, vivieron excesivamente rápido y murieron demasiado jóvenes, dejando horribles cadáveres.
La cámara de Eloy de la Iglesia se sumerge así en el universo de la delincuencia juvenil, pero no se limita a contemplar lo que ocurre y a echarse las manos a la cabeza, sino que formula preguntas y reflexiona en torno a cómo se ha llegado a la situación en que, en una ciudad del mundo civilizado, un chaval de quince años, al cruzarse por la calle con una persona mayor, lejos de darle las buenas tardes, le coloca una navaja en el cuello y le roba la cartera. Es decir, se deja claro que esos jóvenes delincuentes son una consecuencia de algo que va mal, de algo que tiene a la mitad de la juventud en paro y a gran parte de ella pegando tirones de bolsos; se señala la relación directa entre pobreza y delincuencia entendiendo la segunda como consecuencia de la primera, y apuntando al sistema capitalista que genera esa pobreza como principal culpable de que chavales como "El Jaro" y su banda se dediquen a los atracos en vez de a sacarse el bachiller.
Todo este drama que inundó las vidas de miles de jóvenes de finales de los setenta y principios de los ochenta se acentúa especialmente bajo la luz del cine quinqui, siendo que en muchas ocasiones cuesta diferenciar la ficción en la que se mueven los personajes de la realidad que rodea a los actores que los interpretan. Esto, naturalmente, no hace sino aumentar el aura de leyenda que rodea a personajes como "El Vaquilla", "El Torete" o "El Pirri", entre muchos otros, casi elevándolos a la categoría de héroes populares. Eloy de la Iglesia comentaba en una entrevista que, cuando se encontraba rodando Navajeros, se formaban grandes tumultos de chavales alrededor de la zona en la que estaban grabando, pues se encontraban emocionados al ver en la claqueta el nombre de "El Jaro". "Ese muchacho", decía de la Iglesia, "es curiosamente un mito popular como lo puede ser el Che Guevara". En aquella entrevista1 el director se preguntaba cómo la figura de un delincuente como "El Jaro" podía acabar por convertirse en mito para miles de jóvenes, y señalaba que quizá fuese porque ese chico "era el único elemento que representa sus intereses y que les representa a ellos como clase social".
Volviendo a Navajeros, son reseñables las influencias de Pasolini y Kubrick que pueden rastrearse en la película (y, a decir verdad, en toda la filmografía de Eloy de la Iglesia), no sólo en las diferentes temáticas que aborda (homosexualidad, marginalidad, crítica social, etc.), sino también en muchos aspectos de su realización, como por ejemplo en esas imágenes de violencia acompañadas por las partituras de Chopin y Tchaikovsky, o en las escenas de peleas que remiten de manera directa a La naranja mecánica. Además, y sin dejar de hablar de música, no podríamos hablar de Navajeros sin hacerlo también de Burning, los legendarios rockeros del madrileño barrio de La Elipa, cuyo tema Escríbelo con sangre fue adaptado para narrar las aventuras de "El Jaro" y servir así de banda sonora a la película, junto con otras canciones de grupos quinquis como Rumba 32.
Navajeros es, por lo tanto, una de las obras cumbre del género quinqui, que muestra en qué condiciones malvivió aquella juventud obrera recién salida del Franquismo, aquellos "macarras de ceñido pantalón" que, entre idas y venidas del reformatorio, acabaron por convertirse en una suerte de mitos populares para los chavales de los barrios.
Notas:
[1] Entrevista entre el actor Jose Luis Manzano (1962-1992) con el director de cine Eloy De La Iglesia.
[2] Hablamos de ese tipo de grupos en este artículo.