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Jue28032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


Trabajos típicamente femeninos, un reflejo de la doble opresión

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"El siglo XX es el siglo de la liberación de la mujer", eso me dijeron una vez en una clase de historia. Pues bien, una encuesta de agosto de 2014, en la que niños y niñas de menos de 16 años respondían a la pregunta "¿qué quieres ser de mayor?", nos dejaba unos resultados que nos hacen plantearnos que las cosas no han cambiado tanto. Ellos, futbolistas, policías e ingenieros. Ellas, profesoras, médicos y veterinarias. Entre otras muchas reflexiones, quiero destacar la siguiente: a pesar de la progresiva incorporación de la mujer a la vida laboral desde hace aproximadamente cien años, siguen repitiéndose pautas de una división sexual del trabajo, las cuales tienen unos orígenes bien definidos. No obstante, antes de nada, cabe recordar que la mujer de clase obrera siempre ha trabajado, aunque este no ha sido reconocido.

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¿Por qué hay trabajos reservados casi exclusivamente para hombres o para mujeres? Hoy en día nos dirían que esto no es del todo cierto, ya que las mujeres pueden ser perfectamente futbolistas, policías o ingenieras. Dejemos de lado el hecho de la infravaloración del fútbol femenino frente al masculino, de las dificultades a las que se han enfrentado y siguen enfrentando las mujeres para acceder a los cuerpos de seguridad del estado o a las fuerzas armadas, o a la desigualdad salarial que sufren la menor proporción de mujeres ingenieras respecto a sus colegas hombres. Centrémonos en qué tienen en común la elección de profesora, de médico o de veterinaria, profesiones ideales hoy en día para muchas niñas.

Como muestran estos sueños infantiles, la educación de los niños, el cuidado de enfermos y ancianos, pero también la cocina y la limpieza son tareas que tradicionalmente se han asignado a la mujer. La explicación que se ha dado a esta atribución es una supuesta capacidad innata de las mujeres a desempeñar estas tareas, supuestamente derivada de su naturaleza reproductiva. Entonces, ¿las mujeres, por poder tener hijos, somos más capaces que nuestros compañeros para educar y cuidar a los niños, y ya,, y de paso, dedicarnos a las tareas domésticas?

Es la llamada división sexual del trabajo, por la que la mujer quedaba encargada de la casa y del cuidado de los niños y de las labores del hogar. Así, la mujer obrera, junto con el trabajo remunerado ha sido responsable de otro trabajo, sin remunerar, en el seno de la familia. Es la llamada doble jornada laboral de la que millones de amas de casa, todavía hoy, son víctimas. Una doble jornada que es testigo de la doble opresión que sufre la mujer obrera, opresión económica por el sistema capitalista en tanto que trabajadora y opresión de género por el patriarcado en tanto que mujer.

Históricamente, el servicio doméstico ha sido una salida laboral para mujeres jóvenes de clase trabajadora, del mismo modo que hoy en día las labores de limpieza en edificios o en casas particulares sigue siendo un campo reservado para mujeres. Otra figura que a lo largos de los siglos ha tenido un marcado carácter femenino es la de la niñera, encargada del cuidado y educación de los hijos de las familias burguesas más acomodadas. Igualmente, vemos repetida esta pauta en la aplastante presencia de la mujer en los trabajos como canguro, incluso en las guarderías.

Otro ejemplo muy ilustrativo es el de las aupairs. Una chica aupair es una mujer de menos de 30 años que durante un tiempo (entre 1 y 18 meses) trabaja para una familia en un país extranjero, ocupándose de los niños, por lo que es alojada, alimentada y recibe un pequeño salario a cambio. Las funciones de la aupair van desde cuidar de los niños en ausencia de los padres, ayudarles con los deberes, acompañarles a actividades extraescolares, enseñarles su lengua materna y jugar con ellos, hasta en muchos casos encargarse también de las tareas domésticas y de la cocina de la casa. Y aunque existe la figura del chico aupair, igual que hay hombres que hacen de canguro, su presencia es prácticamente anecdótica, ya que las familias prefieren que sea una mujer la que atienda a sus hijos. Como si una mujer de 18 años estuviese más capacitada para un trabajo no cualificado, mal pagado y pleno de abusos que un hombre de su misma edad.

Por ello la lucha de las mujeres por liberarnos de este rol social que nos persigue desde tiempos inmemoriables debe ir unida a la lucha de nuestros compañeros y a la de la clase obrera en su conjunto. Porque, oprimidas por ser mujeres y por ser obreras nunca debemos resignarnos a este papel secundario. Y mucho menos permitir que nuestros compañeros que puedan tener vocación, igual que algunas de nosotras, por este tipo de trabajo sean socialmente mal vistos. Sólo un feminismo de clase que comprenda que no habrá liberación de la mujer sin emancipación obrera nos permitirá romper las cadenas más profundamente arraigadas. Como decía Rosa Luxemburgo, luchemos juntos por un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.

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