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Última actualización09:36:03 AM GMT


Los canis y el desprecio de clase

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Canis, chonis, kinkis, barriobajeros, etc. son muchos de los adjetivos por los que se conoce a un sector concreto de la juventud que ya hace mucho tiempo que pasaron de ser aplicados a una simple tribu urbana y se extendió a muchos de los hijos de los trabajadores que pueblan los barrios obreros en nuestro país.

Su manera de vestir, de hablar o la música que escucha, son objeto de burla y desprecio por muchos sectores de la sociedad, que ven en los mismos todo lo que no quieren ser: incultos, maleducados y sobretodo "de clase baja".

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Hace mucho que el concepto cani pasó de ser el nombre de una tribu urbana concreta, con todo lo que ello conlleva, a aplicarse como un adjetivo que se utiliza para burlarse o menospreciar a un sector muy concreto de la población y que son muchos de los jóvenes concentrados en los barrios obreros de nuestras ciudades. Utilizar este tipo de términos para meterse con este sector de la juventud no es algo nuevo, sino que por ejemplo ya en la transición se utilizaba la distinción entre kinki y niño bien, como hoy se utiliza la de cani y pijo.

No es objeto de este artículo el profundizar en un análisis concreto de los gustos y preferencias de los canis, si bien si que describiremos de una manera general algunos de ellos, para poder contraponerlo con los que tienen algunos de sus más feroces críticos. Por ejemplo, en cuanto a la música, los canis prefieren el hardcore, el flamenco, el reguetton o el rap, frente a los gustos de otros sectores más ligados a las capas medias de la clase obrera, a la pequeña burguesía o a los intelectuales, que tienden más a la música indie, el jazz o incluso la música clásica.

Del mismo modo, los canis para salir y divertirse siempre preferirán irse de botellón antes que acudir a un bar con biblioteca a tomar algo con jazz en directo de fondo También prefieren ropa de chándal frente a pantalones pitillo y las camisas de cuadros, así como, aunque preferirían ir vistiendo las mejores marcas, muchas veces se ven abocados a utilizar ropa más económica, frente a los gustos de los hipsters o modernos, que muchas veces prefieren llevar ropa que parezca cuanto más barata mejor, con independencia de que luego el precio pueda ser muy elevado.

Como podemos ver en está breve comparativa, los gustos de los canis tienen un marcado contenido ligado a la calle y a la fiesta, reflejándose esto en toda la cultura que generan a su alrededor, chocando frontalmente con estos sectores más acomodados y que se caracterizan por tener una mayor formación cultural.

De este modo, una de las primeras conclusiones que podemos extraer, es que este tipo de menosprecio hacia los llamados canis y aquello que les caracteriza, tiene un marcado carácter de clase.

En muchas ocasiones, estas capas medias de la clase obrera, junto con la pequeña burguesía y los intelectuales, el único "capital" que poseen para diferenciarse del resto de los trabajadores es un nivel cultural más o menos elevado, y es este nivel cultural el que le lleva a rechazar todo lo que, aparentemente, puede ser contrario (lo inculto, lo embrutecido, lo burdo) y así, desde su atalaya del saber, creen que aquellos que tienen menos cultura y que no temen hacer gala de ella, son "menos" que ellos, y por tanto, se habla de ellos con desprecio y con superioridad.

Valga como ejemplo mi propia experiencia personal, que define este desprecio de clase en una sencilla anécdota que me ocurrió el primer día que fui a la facultad de derecho a cumplimentar la matrícula, cuando al llegar allí y ponerme a hacer la cola con el resto de mis compañeros, encontrándome solo y sin conocer a nadie, decidí entablar conversación con uno de los tantos que estaban esperando.

No se si fue la esclava, el pendiente, o el pantalón corto, pero el caso es que la respuesta que me dio este chico cuando le dije que venía a matricularme fue esclarecedora: ¿Y tu como has llegado hasta aquí?.

Como dice magistralmente el dicho popular, "tanto tienes tanto vales", y en este caso si tienes cultura (o al menos lo parece) vales más que si no la tienes.

Llegados a este punto cabe decir que este desprecio es mutuo ya que verse expulsados de las actividades culturales, y a su vez, rechazados en las mismas, lleva a muchos jóvenes a rechazarlas abiertamente, alimentando el problema y esta falsa división entre "canis" y "pijos".

Por otra parte, no se trata de caer en un fetichismo del embrutecimiento como si este fuera una característica esencial de la juventud trabajadora, puesto que sencillamente es una consecuencia necesaria del contexto social que a cada uno le toca vivir, y por tanto, el objetivo no puede ser ni embrutecer al culto ni rechazar al inculto, sino crear una sociedad donde la cultura sea patrimonio de todo el pueblo trabajador.

Como conclusión final, no debemos caer en el error de que exista contradicción antagónica alguna entre aquellos que han podido acceder a un nivel de formación cultural mayor y aquellos otros que no, puesto que tanto unos como otros se ven explotados en mayor o menor medida por el capitalismo, y por tanto, tanto unos como otros tienen el interés objetivo de acabar con él.

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