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Acerca del XII Congreso de la UJCE: Dos estrategias de la juventud comunista en España. Construir el ejército político del proletariado o nadar en la charca (2)

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En este segundo artículo acerca del XII congreso de la UJCE vamos a hablar del aspecto más importante que deben contener las tesis de cualquier organización política: La estrategia revolucionaria para la consecución de sus objetivos.

En el marco del capitalismo, una organización comunista debe tener una estrategia revolucionaria que plasme el camino a seguir para la toma del poder de la clase obrera y el derrocamiento del orden burgués.

Por estrategia revolucionaria entendemos la ruta general por donde debe encauzarse la lucha de clase del proletariado para conseguir su objetivo final: La derrota de la burguesía y la construcción del comunismo, es decir, la forma de como se planifican, organizan y orientan los diversos combates de clases para conseguir este objetivo.

Ahora bien, para que toda esta acción del partido, y de las masas que dirija, no se traduzca en actividades dispersas y para que todas ellas contribuyan a hacer avanzar la lucha revolucionaria del proletariado, deben tener una línea orientadora, un hilo conductor. Ese hilo es la estrategia.

La táctica tiene que ver con la actividad política concreta del partido: La adaptación de la estrategia general a cada situación concreta, de forma que al dar respuesta a cada situación concreta se esté avanzando en función de la estrategia general. La táctica debe determinar qué hacer de acuerdo a las circunstancias históricas concretas y a la estrategia.

Estrategia y táctica se confunden de forma habitual en los documentos y conceptos que emplea la UJCE, como veremos más adelante, lo cual lleva a numerosos errores políticos a la hora de concebir la intervención entre las masas y el papel de las condiciones subjetivas en el proceso revolucionario.

Los errores estratégicos y la confusión táctica, a nivel colectivo, implica llevar a la clase que se dirige por caminos erróneos, dar luchas que no se deberían dar, no llevar a cabo las que se tendrían que dar y no llegar a la revolución necesaria. Una mala estrategia de la vanguardia revolucionaria es por lo tanto una victoria de nuestro enemigo de clase, la burguesía; es aumentar las inmensas penurias de la clase obrera.

Sin una estrategia revolucionaria basada en un estudio riguroso de la realidad bajo la luz de la ciencia marxista-leninista y fundamentado en una práctica revolucionaria sólida, todas las buenas intenciones sólo se quedan palabrería vacía. Sin una estrategia revolucionaria, todo el trabajo de un destacamento de vanguardia no sólo es la crónica de un fracaso anunciado, sino también, y por eso mismo, es una traición de facto a la clase obrera.

Si el objetivo marcado es la sustitución de una clase por otra, para elaborar una estrategia lo fundamental será analizar las clases que hay en conflicto, analizar sus aspiraciones objetivas y buscar la contradicción fundamental. Análisis de clases y relaciones entre ellas, de aquí saldrá todo.

En parte de las tesis de la UJCE, como se irá demostrando, quedan reflejadas las más “nuevas” teorías acerca de las clases sociales. Teorías alimentadas por décadas de intelectualismo barato financiado por el capital, que tras destruir los fundamentos de los partidos comunistas con el eurocomunismo, se lanzaron a ocupar el vacío dejado, sustituyendo a la clase obrera como centro de la lucha revolucionaria. De esos polvos estos lodos. Estas tesis las nombramos revisionistas, no por el placer de refinar el lenguaje, sino porque la revisión de ciertas tesis marxistas-leninistas, de sus pilares y que llevan a un callejón sin salida.

Otra opción “de moda” entre la heterodoxia y el eclecticismo marxista es la negación de la estrategia. No hace falta fijar rutas, vamos avanzando por los caminos más sencillos y esto nos llevará al objetivo (en el caso que se tenga). No hace falta ser muy sagaz para ver donde lleva esto, a la negación del Partido Comunista, de su carácter de vanguardia y de su misión histórica como portador de la conciencia del proletariado ¿Para qué un Estado Mayor que dirija a la clase y sopese las formas de lucha, si las masas espontáneamente se dirigen ellas solas hacia el camino correcto?

Del espontaneísmo al movimientismo (“el objetivo no es nada, el movimiento lo es todo”) pasamos en un abrir y cerrar de ojos al oportunismo. Cualquier lucha, sea del carácter que sea, se dé cómo se dé, debe ser apoyada, sin dirigismos, si es de masas ¿Nos suena a algo? Estas tesis las llamamos tacticistas y oportunistas, ya que al no tener un camino fijado, cualquier camino es válido mientras nos dé avances en el corto plazo. Aunque una lucha sea perniciosa o no nos lleve a ningún lado a largo plazo, si el oportunista ve que hay gente, la va a apoyar. El ejemplo más claro estaría en una UJCE que incurre, al participar “desde el centro”, en el movimiento 15M, tragando, sin confrontar, con el apartidismo burgués de éste.

Prescindir de una única teoría revolucionaria coherente y armónica, catalogar a quienes las usan de “sectarios”, “dogmáticos” o “trasnochados”, justificar la miseria propia en un pretendido aislamiento o marginalidad de los jóvenes marxistas-leninistas y construir tras este muro una mezcolanza heterogénea, ecléctica en los principios y con una composición más propia de un Frente de Izquierdas que de una organización leninista. Esto no es un fenómeno nuevo en el Movimiento Comunista Internacional.

Ya decía Lenin que “los 'ex-marxistas' se hicieron fuertes en ella [en la literatura política permitida por la burguesía, se refiere, o lo que sería su equivalente hoy día: Toda variedad de libros de tendencias presuntamente progresistas, pero ajenas al marxismo-leninismo], colocándose "bajo el signo de la crítica" y obteniendo casi el monopolio para "denigrar" al marxismo. Las consignas eran "¡Contra la ortodoxia!" y "¡Viva la libertad de crítica!". A lo que añadía que “la famosa libertad de crítica no implica la sustitución de una teoría por otra, sino la libertad de prescindir de toda teoría coherente y meditada, significa eclecticismo y falta de principios.”.[1]

Unas tesis para contentarlos a todos

Pues bien, ¿qué nos encontramos en las tesis de una y otra organización? En el caso de CJC la contribución juvenil de una estrategia revolucionaria para la toma del poder definida por el PCPE. En el de la UJCE, una mezcla indigesta de posiciones de clase, posiciones revisionistas e influencias oportunistas que harían tirar de los pelos a cualquiera que deseara darle una coherencia, cohesión, elevación política o unidad ideológica para intervenir en la realidad golpeando como un solo puño… que, entre otras cosas, es el objetivo fundamental de un congreso.

Queda claro, como dijimos en el primer artículo, que el objetivo de estas tesis, más que fijar una estrategia revolucionaria, es contentar a todas las “sensibilidades”, para que cada cual pueda conformarse con su parte del escrito. Verde, violeta, rojo o amarillo, cada párrafo, un parapeto para cada cual refugiarse.

Entrando de lleno en este embrollo y pese a las múltiples contradicciones del texto hay dos cosas en las tesis de la UJCE que quedan claras. En primer lugar el seguimiento lógico de la línea del PCE, y por lo tanto la participación más o menos crítica dentro de IU y el PIE, que determinan de manera clara e ineludible la propuesta estratégica para la juventud. En segundo lugar, la aceptación que previo al socialismo, la UJCE va a luchar por una III República Federal Solidaria que se expresa en las tesis en forma de “Construcción de poder popular que rompa con el marco actual, abriendo un Proceso Constituyente para avanzar hacia la III República como vía al socialismo.”[2]

Por muchas maniobras que se quieran dar y debates que se quieran eludir, el proyecto de la UJCE está plenamente enmarcado en el mismo que el del PCE, un etapismo de carácter reformista. Pasando por encima de su eclecticismo, las materializaciones de tales palabras las vemos día a día en las luchas en las que coincidimos. El objetivo fijado para la UJCE y del PCE es la “ruptura democrática”, entendiendo que España tiene una serie de déficits democráticos y que el objetivo de los comunistas es ganar la hegemonía en tal lucha democrática.

Este error, que nada tiene de ingenuo, es de carácter estratégico y tiene unas implicaciones radicales: Si la Revolución pendiente es, primeramente, democrática, la clase a la que es propia esta Revolución es, en principio, la burguesa y que, por tanto, habrá que robarle la hegemonía de la etapa. Sin embargo, la propia práctica del PCE-UCJE desvela que la clase obrera puede jugar un papel importante, pero no dirigente; por lo tanto la composición de clases de la organización revolucionaria y las alianzas responderán a un carácter ciudadano y no obrero. Y de ahí que pongamos, como decía Lenin, a la lucha de los jóvenes comunistas un “pabellón ajeno”, en este caso, el de la “Syriza española” (en palabras de Cayo Lara), del que son apéndice.

La lucha política democrática hoy, cuya base no sea la lucha por un derrocamiento de la base económica de la sociedad, legitima y -en su caso- pone el sello de la hoz y el martillo al sostenimiento del capitalismo, salvo que se considere que en un país del capitalismo imperialista central, en las condiciones de la tendencia de la burguesía a la reacción en todos los ámbitos, es posible que sectores de esta burguesía den su apoyo a un proceso de democratización en el que ya hoy nada tienen que ganar.

En definitiva, siguiendo un error histórico dentro del movimiento comunista, se plantea que, antes de llegar al socialismo, deberemos pasar necesariamente por una quimérica etapa “popular” a medio camino entre el capitalismo y el socialismo que, según nuestra apreciación, no sólo jamás se ha dado sino que jamás se dará.

Evidentemente, esto que para nosotros es muy lógico, requiere de una explicación.

Las tesis revolucionarias de CJC

Los CJC entendemos como una estrategia revolucionaria las tesis que quedan plasmadas en los documentos precongresuales de nuestro VIII Congreso en afinidad plena con el IX Congreso del PCPE.

El análisis de clase que hacemos del Estado español es bastante claro. A día de hoy la burguesía monopolista controla con mano de hierro la práctica totalidad de los procesos de producción y distribución en nuestro país. Una oligarquía autóctona, fusión, como dijo Lenin, del capital industrial y bancario, controla todos los resortes del poder político, ideológico y económico para ejercer su dominio contra la clase obrera.

Esta oligarquía (aliada con oligarquías europeas y americanas fundamentalmente) mantiene el monopolio de importantes sectores económicos y participa en la inversión de capital a terceros países, ayudada por las estructuras imperialistas de la UE creadas para tal efecto, se ensambla en la cadena imperialista en una posición relativamente elevada. Teniendo en cuenta los procesos de acumulación y concentración de capital, el carácter parasitario y reaccionario de las pocas manos que poseen el capital, no nos puede dejar ni la menor duda de que todo el potencial revolucionario de la burguesía hace décadas que terminó.

Toda la gran y mediana burguesía así como la burguesía central y la periférica forma hoy un bloque oligárquico-burgués que, pese a conflictos, pataletas y órdagos, está objetivamente cohesionado e interesado en el mantenimiento del poder y, por lo tanto, interesado en no resquebrajar la superestructura del Estado y todas las formas establecidas de poder, incluida la monarquía.

No existen contradicciones antagónicas en los intereses de los distintos sectores burgueses: Central y periférico; mediana burguesía y oligarquía central; autóctona, compradora o exportadora. Todas se articulan en torno al bloque oligárquico-burgués, con una férrea dirección. La preocupación de la burguesía no está en procesos democratizadores que profundicen en una modernización de las estructuras, relaciones de clases o fuerzas productivas atrasadas, proceso que consumó a sangre y fuego el régimen franquista.

A la burguesía le preocupa, en cambio, cómo recompone su tasa de ganancia ante una exportación de capitales hacia América Latina que en 2010 fue diez veces menor que en la década corta hasta 2007. Todo proceso de alianzas con sectores burgueses para unas tareas pendientes democratizadoras de la “Revolución Popular” queda descartado. Tan sólo le es dado a la clase obrera el dirigir (junto a otros sectores populares) el dar a buen término con tales tareas democráticas; todo esto, no obstante, enmarcado en la dictadura del proletariado

Por otra parte, la pequeña burguesía es y será siempre una clase subsidiaria sin capacidad de llevar a cabo ningún proceso autónomo. El hecho de que sea la viva expresión y residuo de una época superada atestigua este hecho. Así, del mismo carácter subsidiario peca el semi-proletariado y otros elementos intermedios. En la lucha de clases del proletariado por la Revolución Socialista, ganarle amplios sectores pequeñoburgueses a la burguesía es clave, pero siempre poniendo a la pequeña burguesía bajo la dirección del proletariado y no a la cabeza de un “proceso constituyente” democrático. Digamos, dicho sea de paso, que los propios documentos congresuales de la UJCE identifican el programa de IU como referente de la pequeña burguesía.

Teniendo en cuenta todo esto, se concluye de todo este análisis que no hay proceso democrático a completar, no hay Revolución Popular de la mano de una burguesía patriótica. El capitalismo está completamente agotado. Aprovechando tal hecho, el PCPE restituyó en su IX Congreso la tesis leninista de que:

  1. No hay poder intermedio entre capitalismo y socialismo, entre dictadura de la burguesía y dictadura del proletariado
  2. Nos encontramos en la época de transición del capitalismo al socialismo, época que empezó hace ya casi un siglo con la gloriosa Revolución de octubre.

La crisis actual es la plasmación dramática que, con palmaria claridad, señala lo acertado de tales tesis. La crisis estructural del sistema capitalista azota con una violencia nunca vista todos los equilibrios preestablecidos, todas las pretéritas concesiones arrancadas con lucha, organización y sacrificio. El descenso tendencial de la tasa de ganancia, durante años contrarrestado por inverosímiles tretas especulativas, se ha agudizado para cambiarlo todo por completo. Si antes el capitalismo era capaz de comprar cierto nivel de vida a parte de la clase obrera de los países occidentales para encorsetar su consciencia, hoy ya no es así. La burguesía a fin de regenerar su ganancia ha desatado una guerra abierta contra la clase obrera.

De todo esto se desprende que la clase obrera y los sectores populares (autónomos, pequeños comerciantes, pequeños productores de la ciudad y del campo) deben a organizarse para una revolución que necesariamente será socialista. De esto se desprende que la clase obrera debe asumir su rol histórico de derogación del capitalismo y, bajo la dirección de un Partido revolucionario, instaurar la dictadura del proletariado.

¿Y qué hacen otros? Toman la resolución de tirarse por un camino cuesta bajo, asfaltado y aparentemente sencillo pero que nos lleva fatalmente a un barranco.

Tal es nuestra postura: El “proceso constituyente” y la “ruptura democrática” es una apuesta “all-in” a un proceso que, ni con toneladas de buena voluntad se dará, dada la ausencia de clases que lo impulsen, dada la identificación y reproducción de la ideología democrática con el proyecto de la burguesía y dada la imposibilidad de cambios políticos que no se basen en la alteración de las relaciones de poder entre las clases en la base económica.

La misión de la etapa actual es la acumulación de fuerzas en un sentido clasista, esto es, dotar a la clase de unos principios revolucionarios para erigirse en clase para sí; dotarla de experiencias de lucha; y fundamentalmente, dotarla de organizaciones para dar la batalla (las expresiones organizadas de dichas capas o clases aliadas al proletariado las definimos en nuestra propuesta de Frente Obrero y Popular por el Socialismo).

Sí, puede que a uno se le haga muy cuesta arriba eso de “vender el socialismo”, de hacer entender la necesidad de la organización, del Partido o de que la cosa no se resuelve con un arreglo aquí y allá sino con un cambio (tan dramático como necesario) de orden. Y sí, puede que eso de la III República, del Estado Federal Solidario o de la “ruptura democrática” suene mejor y más si lo apuntalamos con la nostalgia amable hacia la II República… ¿Pero, se trata de elevar a la clase a un programa o de rebajar el programa hasta la conciencia coyuntural de la clase? ¿Cuál es el papel de la vanguardia política? ¿Juventud Comunista para marcar las tareas a seguir e intervenir para elevar a la clase a ellas? ¿O Juventud Comunista para marchar a la retaguardia del movimiento y en función de lo ya existente?

¿Parece imposible poder hacer esto? Invitamos a que se observe el trabajo paciente de elevación ideológica, estructuración orgánica y lucha en primera línea que realizan los comunistas a nivel internacional, con el KKE a la cabeza. Sí es posible. Se hace todos los días y se hace con notables (pero tan insuficientes…) éxitos. Porque los comunistas tenemos claro que con el capitalismo no hay solución posible, que debemos construir el socialismo y que, de tan claro que lo tenemos, se lo hacemos entender a los hijos e hijas de la clase obrera y las capas populares.

La posición que debe asumir la Juventud Comunista es ser vanguardia, situando sus reivindicaciones según los intereses objetivos de la clase, por encima del nivel de conciencia que pueda desarrollar ésta espontáneamente y que no deja de circunscribirse a los límites de la ideología burguesa, para que así eleve su conciencia mediante el transcurso de la lucha.

De otra forma, la Juventud Comunista abandona su función y se posiciona a la retaguardia, como hace la UJCE, situando sus reivindicaciones según el nivel de conciencia actual de la clase, un nivel de conciencia poco desarrollado aún hoy, lo cual impide de facto que eleven la conciencia del proletariado y caigan indefectiblemente en el reformismo. Es simple: ¿Cómo van a plantear la toma del poder si lo suyo es agarrarse a las reivindicaciones más básicas del 15M o a las reivindicaciones más pueriles del movimiento estudiantil, dando a entender que con la deposición del ministro Wert o del gobierno al completo, finalizarían los ataques contra el estudiantado de extracción obrera y popular?

La práctica como criterio de verdad

La pregunta de si esta estrategia, esta hoja de ruta, con total certeza es correcta o no, tan sólo la historia nos lo responderá. Lo que sí está claro es que está formulada en base a los fundamentos teóricos del marxismo-leninismo: Está fundamentado en el materialismo dialéctico, el materialismo histórico y la economía política marxistas. Es puro socialismo científico y no subjetividades histéricas y arbitrarias afinadas al son de la corriente ideológica de moda que, casualmente, siempre es una corriente burguesa.

Está claro, la estrategia propuesta en las tesis de CJC es clara y sin ambages, mientras que la de la UJCE se caracteriza con un ofuscado equilibrismo de trapecista, intentando hablar mucho sin decir nada, sin molestar a nadie. En términos clásicos, un chapoteo entre la derecha y el pantano. Y a la luz de esto alguien podría levantarse y preguntarnos: Si las tesis de la UJCE son tan contradictorias, ¿cómo podemos tener claro que la estrategia planteada es distinta?

Fundamentalmente por su pertenencia a IU y el PIE pero también por su práctica diaria. La expondremos sin tirar de ejemplos excesivamente rocambolescos como de tal o cual historia de un concejal de uno u otro ayuntamiento, por ejemplo de Rivas.

Si la estrategia fija las coordenadas de la ruta, la táctica son los pasos del día a día. En coherencia con su orientación estratégica, los CJC actuamos en todas las organizaciones obreras y populares luchando por cada problema concreto y con la flexibilidad requerida. Intentamos dar la mejor respuesta frente a los problemas concretos a la vez que explicamos que la solución global de sus problemas no puede darse en el marco capitalista. Intentamos hacer entender que solo en el marco de la lucha por el socialismo, las reivindicaciones obreras y populares pueden hacerse realidad.

Esto no quiere decir que todos los miembros de las organizaciones de masas tengan que ser comunistas, ni mucho menos, pero sí creemos que la organización como tal se debe encuadrar en una estrategia coherente para la toma del poder, ya sea un sindicato de trabajadores o de estudiantes o en una asamblea de vecinos.

Esto ha hecho ser acusados de sectarios en muchas ocasiones por la UJCE, entendiendo que evitábamos que los frentes fueran “unitarios”, los Frentes de Izquierdas y demás sopas de letras que puestos en escena para “llegar a más gente” tan solo tienen una capacidad de convocatoria igual a la suma de los afiliados de las organizaciones participantes.

Las “victorias” pírricas del Frente de izquierdas y el reformismo

Por su práctica diaria y sus comunicados, la UJCE vende a Alberto Garzón[3] como un marxista-leninista -cuando éste escupe veneno contra la URSS, Cuba o la RPDC- o nos vende el dorado Estado del bienestar, las medidas keynesianas, el Estado de Derecho o la “democracia real” mientras establece corolarios basados en la suposición del carácter neutro del Estado. Recordaremos que abandonar la tesis marxista-leninista del carácter de clase del Estado ha sido la piedra de toque, el tic clásico del reformismo y la traición abierta a la clase obrera.

Pero tal ambigüedad sale reflejada también en las tesis congresuales. Mientras en un momento dado se expresa caracterizando la democracia burguesa como la formalidad democrática en la que se asienta la dictadura de la burguesía, en un más allá caracteriza el fascismo como un fenómeno respuesta a “que la burguesía ve peligrar su posición como clase hegemónica, o perder su posición favorable en la correlación de fuerzas en el marco del Estado ante un avance de las fuerzas populares que haga peligrar su proceso de acumulación”[4] (el subrayado es nuestro). Tal tesis[5] recoge que el Estado, lejos de ser un instrumento de opresión de una clase sobre la otra, es un terreno de batalla más o menos neutro donde se puede ganar terreno y mejorar la correlación de fuerzas de las clases subalternas a la burguesía.

Así se demostró en la práctica cuando la marca catalana del PCE, el PSUCviu o incluso el PCC (con el que están en un proceso de unidad) prefirió seguir encuadrado en el tripartit catalán que estaba gestionando el proceso de Bolonia y que reprimió las movilizaciones del estudiantado en 2009. ¿Querían tal grado de represión? Seguramente no y sabemos de militantes de los JC (referente de la UJCE en Catalunya) que recibieron igualmente los palos, pero la cosa está clara, su “acumulación de fuerzas” fundamentalmente es dentro de las estructuras del Estado y no fuera. Y bajo tal objetivo máximo evidentemente se pueden hacer múltiples sacrificios (dígasele traiciones).

Recuerda, curiosamente, a las palabras de Lenin cuando señalaba: “En efecto, si la socialdemocracia es, en esencia, simplemente un partido de reformas, y debe tener el valor de reconocerlo con franqueza, un socialista no sólo tiene derecho a entrar en un ministerio burgués, sino que incluso debe siempre aspirar a ello. Si la democracia implica, en el fondo, la supresión de la dominación de clases, ¿por qué un ministro socialista no ha de encantar a todo el mundo burgués con discursos sobre la colaboración de las clases? ¿Por qué no ha de seguir en el ministerio, aun después de que los asesinatos de obreros por los gendarmes han puesto de manifiesto por centésima y milésima vez el verdadero carácter de la colaboración democrática de las clases? ¿Por qué no ha de participar personalmente en la felicitación al zar, al que los socialistas franceses no dan ahora otros nombres que los de héroe de la horca, del knut y de la deportación (knouteur, pendeur et déportateur)?”[6]

Puede que ni ahora ni nunca hayamos tenido zar pero sí que todos recordamos ese magnífico saludo al rey y esa magnífica explicación -con moderación y desde el respeto- de la propuesta de República, chapa tricolor en el traje, de nuestro “camarada” Cayo Lara.

Uno sabe a lo que juega si se encuadra en un proyecto juvenil supuestamente marxista-leninista cuyo referente partidario tiene como piedra de toque a IU, cuyo Coordinador General, otra vez el señor Cayo Lara, defiende que la batalla está en la calle pero sobre todo en las instituciones. Y es que tal es la práctica del reformismo y el oportunismo.

Bajo estos indicios uno se pude llegar a preguntar alguna cosa cuando atribuyendo a que la subida en votos de IU se debe en parte a que “estos resultados ya apuntan la incipiente descomposición electoral del PSOE y la subida del PP ante la nefasta gestión política de la crisis estructural capitalista en el Estado Español.”[7] si el objetivo entre líneas de IU es gestionar bien la crisis estructural capitalista en vez de construir un sólido proyecto que no gestione la crisis estructural sino que acabe finalmente con el capitalismo y su corte de represión, infamias y miserias.

La contradicción principal y las tareas de la juventud comunista

Mientras unos se pierden a medio camino del “capital-medio”[8] y “capital-vida”[9], los CJC lo tenemos claro: La contradicción principal se haya en el carácter cada vez más social del trabajo en contraposición a la apropiación privada del fruto de ese trabajo. Los CJC sabemos ligar todas las problemáticas concretas que se manifiestan en el seno del capitalismo con tal contradicción principal e intentamos señalárselo a los hijos de la clase obrera y los sectores populares. En ese sentido intervenimos en los frentes de masas, lejos de construir una amalgama ecléctica de luchas parciales que no tienen muy claro hacia donde se dirigen, entendemos la importancia de dar coherencia a cada lucha parcial en pos de la revolución socialista. Para ello damos la batalla en lo político, en lo económico, en lo ideológico y en lo organizativo. Nuestra es la tarea de llenar de juventud obrera y popular el FOPS.

A destacar este último elemento: Lo organizativo. Nuestro proyecto no es otro que la acumulación de fuerzas que se plasma en ir creando, en torno al Partido de vanguardia, estructuras cada vez más organizadas y cohesionadas, estructuras que serán la base del nuevo poder. Realizar otra cosa o bien es venderse al espontaneísmo tanto en la lucha económica reformista o el aventurismo infantil pequeño burgués que sin objetivos claros (y últimamente con un tufo a bohemia negra que marea) tan sólo adula vacíamente la violencia.

Esta labor paciente de organización es la base de la preparación de la revolución que vendrá y a ese elemento tan importante dedicaremos el siguiente artículo.



[2] Propuesta de Tesis Políticas al XII Congreso de la UJCE, p.101.

[4] Propuesta de Tesis Políticas al XII Congreso de la UJCE, p.34.

[5] Esta tesis viene de la tradición eurocomunista que se basaba en la peor lectura posible del concepto gramsciano del Estado como “coraza de la hegemonía”, represivo por fuera pero donde por dentro se puede ir realizando una infiltración progresiva ganando la hegemonía en una “guerra de posiciones”.

[7] Propuesta de Tesis Políticas al XII Congreso de la UJCE, p.11.

[8] Propuesta de Tesis Políticas al XII Congreso de la UJCE, p.29.

[9] Propuesta de Tesis Políticas al XII Congreso de la UJCE, p.35.

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