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El papel histórico de la mujer en la lucha política

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Para entender la baja implicación de la mujer joven en la política actual es necesario remontarnos al papel que jugó durante los siglos XX y XXI en España y las diferentes etapas de desarrollo del capitalismo en nuestro país.

Durante el siglo XX en España se da el fin de las relaciones feudales y pasa la burguesía al poder, culmina en la dictadura franquista, momento en el que el capitalismo adquiere su máximo desarrollo y su fase imperialista. Toda esta época se caracteriza por una fuerte influencia de la Iglesia en la sociedad.

Muestra de ello es cómo en el año 1933, cuando las mujeres pudieron por primera vez votar en España (aunque de manera anecdótica porque no volverían a tener derecho a sufragio hasta 1977 –primeras elecciones tras la reinstauración de la democracia burguesa tras la dictadura fascista-), que fueron las segundas elecciones generales de la Segunda República Española para las Cortes, salió victoriosa una coalición de partidos de carácter reaccionario y católico (el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, aliados con la CEDA, y el Partido Agrario).La historiografía afirma que la mayoría de mujeres votaron a la CEDA por la fuerte influencia que tenía la iglesia sobre ellas. De hecho, es anecdótico llamar Sufragio Universal a aquellas elecciones, pues sólo pudieron votar las mujeres a partir de 45 años de edad.

Por tanto, si bien durante la Segunda República se consiguieron algunos derechos para las mujeres, como es el derecho al sufragio, fueron conquistas temporales y parciales que atendían a la táctica de algunos partidos, sobre todo reaccionarios, para atraer su voto. De hecho, la mayoría de los partidos progresistas no querían que se reconociese el voto de la mujer por considerar que no estaba preparada políticamente, y estaban convencidos que votarían influenciadas por la Iglesia.

Pero el papel de la mujer en la vida política no puede limitarse a la cuestión del sufragio. Gran parte de las mujeres se dedicaban a tareas domésticas, ya que la incorporación de la mujer al trabajo estaba condicionada principalmente porque en España, a diferencia de otros países de Europa, el desarrollo industrial fue más tardío. Durante estos años se dieron numerosas luchas y huelgas con el fin de intentar revertir sus condiciones de vida, en las que las mujeres participaron en su condición de asalariadas. Un ejemplo de ello es cómo en 1934 más del 50% de las horas que se perdieron en las huelgas fueron en el sector textil, confección, alimentación y tabaco, donde predominaba la mano de obra femenina.

Durante estos años, concretamente en 1933, el PCE creó la Asociación de Mujeres Antifascista dirigida por Dolores Ibárruri como una sección de Unión de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo impulsada por la Internacional Comunista tras el triunfo de Hitler en Alemania. Se convirtió en un movimiento clave asistiendo a los frentes de batalla y el auxilio a los combatientes. La asociación comenzó a tener fuerza un año después, en 1934 pero tras la revolución de octubre del 34 fue prohibida. A pesar de ello estas mujeres continuaron su actividad bajo el nombre Pro Infancia Obrera cuya función era la de ayudar a las mujeres e hijos de los mineros que fueron encarcelados o murieron durante la insurrección.

Con la llegada de la Guerra Nacional Revolucionaria la mayoría de las mujeres tuvieron un rol importante en ldedicándose a labores de lavandería, sanitarias, cocina... mientras que posteriormente se fueron uniendo a las milicias.

Durante el franquismo los ideales más reaccionarios produjeron que todos los avances que la mujer había conseguido fueran suprimidos –entre ellos el sufragio -. La visión del régimen fascista refleja una visión de la mujer como ser inferior espiritual e intelectualmente, sin dimensión social ni política, relegando sus funciones a las de ama de casa y madre. Esta conversión de la mujer es el contrapunto frente a un realidad de sometimiento en la vida cotidiana y que el régimen franquista va a reafirmar en todos los planos mediante la limitación jurídica, el control de su cuerpo. En este campo, la Iglesia era la más activa defensora de estas estrechas pautas de comportamiento.

Durante la última etapa de la dictadura fascista, momento en que se asienta el imperialismo y de auge económico, por la necesidad de incorporar mano de obra masiva, se dan unas reformas laborales que permiten un cambio progresivo en la incorporación de la mujer al trabajo asalariado, así como un mayor acceso a la educación. Todo ello comportó cambios en las estructuras familiares, el incremento de la presencia de las mujeres en las esferas públicas y una mayor difusión de modelos alternativos sobre la condición femenina, que contrastaban con los valores del franquismo.

Al finalizar la dictadura fascista y desde el inicio de la llamada 1ª Transición, finales de los 70, se introducen los cambios más notorios en un contexto de amplias movilizaciones (especialmente entre las mujeres del ámbito universitario). La igualdad ante la ley es una de las primeras exigencias de dichas protestas: tales como la derogación de la licencia marital, la supresión de todos los artículos en las leyes que tuvieran un carácter de subordinación de las mujeres respecto a los hombres, la patria potestad conjunta, la mayoría de edad a los veintiún años, la libertad religiosa en los centros públicos y privados. A ellos se sumarían los derechos políticos: crear asociaciones, a poder reunirse, expresarse libremente y ejercer la huelga. También se reclamarían los derechos en el ámbito laboral y educativo. Y, progresivamente, se añadiría el derecho a una sexualidad libre, al control de la natalidad y al aborto, la ley de matrimonio civil y la ley de divorcio.

Cabe decir que a nivel internacional, fruto de una presión internacional (especialmente en los países con facciones de los Partidos Comunistas miembros de la IIIª Internacional), las Naciones Unidas declararon el año 1975 Año Internacional de la Mujer. Lo que movilizó con mayor energía en favor de los derechos de la mujer trabajadora.

Si bien haciendo un repaso historiográfico vemos cómo las conquistas en el campo de la mujer han sido numerosas, no podemos afirmar que estemos en igualdad de condiciones al hombre. Esto es debido a que la mujer, a parte de su papel a nivel productivo, tiene otras responsabilidades que se le asignan por su género, como es el trabajo reproductivo. Es la principal responsable de las tareas domésticas y cuidado de los hijos lo que produce en muchas ocasiones que se incompatibilice o dificulte su participación activa. Especialmente esta situación se viene agravando desde el inicio de la crisis donde los recortes en los derechos de la mujer no han hecho más que empeorar su situación.

Para conseguir la igualdad en condiciones, y que tanto las mujeres como los hombres pudieran tener el mismo grado de implicación, sería necesaria la socialización del trabajo reproductivo a todos los niveles mediante guarderías, residencias... de carácter público, facilitando de este modo su emancipación, especialmente a las madres jóvenes para que se puedan integrar a la vida social y política activa.


 

Irati Gómez es miembro del Comité Central de los CJC

 

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