En España coexisten pues, una nación dominante -la española- con determinadas naciones oprimidas que surgen en aquellos territorios que en el siglo XIX vivieron el florecimiento de la industria, de la producción capitalista y la aparición de sus respectivas burguesías nacionales.
Hay que tener en cuenta que el sistema capitalista no sólo genera las naciones en el sentido moderno de la palabra, sino también la base material para el odio y el rencor nacional. La anarquía inherente al modo de producción capitalista lleva necesariamente a la desigualdad en el reparto del capital, a la desigualdad en el desarrollo económico de los diferentes territorios.
Importante es aclarar que en una sociedad dividida en clases sociales enfrentadas entre sí, cualquier análisis sobre un fenómeno social debe asociarse necesariamente a esta división clasista y a un estudio de la estructura económica sobre la cual se levanta la sociedad entera. Este hecho, a pesar de su importancia trascendental, es ignorado por todas aquellas fuerzas políticas que representan objetivamente los intereses de distintas clases y capas sociales que están llamadas por la historia a desaparecer de la faz de la Tierra. Sólo el partido de la clase obrera, el Partido Comunista, puede conseguir realizar un análisis científico del problema nacional ligado a la sociedad que lo engendra y que debe ser superada.
Quienes creen que pueden considerar el problema nacional al margen de la lucha de clases, en realidad están tomando parte por uno de los bandos que se enfrentan. Y no se quedan precisamente en el lado de la barricada en el que se sitúan los intereses objetivos de la clase obrera...
Los partidos de la burguesía tratan la cuestión nacional de manera escandalosa, con una frivolidad que da escalofríos. Ellos, junto a los altavoces propagandísticos de la clase dominante, tergiversan el hecho nacional hasta el absurdo para situar a la clase obrera detrás de los empresarios y de los banqueros. Las televisiones, las radios y los periódicos bombardean día tras día los hogares obreros con el discurso de que Madrid agravia a Barcelona...¡mientras los dueños de esos medios viajan asiduamente a la capital y tienen poderosos intereses en los monopolios españoles! Así, por ejemplo, la familia burguesa Godó, que posee los más importantes medios de comunicación catalanes, tiene también una suma astronómica de dinero invertida junto al grupo PRISA en el mayor grupo radiofónico de habla hispana: PRISA Radio. [1]
Cuanto más se desarrolla el capitalismo, más se concentra y centraliza el capital debido a la competencia entre empresas privadas. Unas son absorbidas por otras, de acuerdo con las leyes fundamentales de este modo de producción. Así, el PCPE teoriza en su IX Congreso que en el Estado español, como país altamente desarrollado que es, su clase dominante está enormemente cohesionada. El capital catalán está entrelazado con el de Madrid de tal manera que la burguesía central y la burguesía de Barcelona son un todo, constituyen el mismo bloque oligárquico-burgués.
Ejemplos como el expuesto anteriormente vienen a demostrar este hecho, pero los hay a raudales: el presidente de la patronal española es catalán. También es nativo de esas tierras el presidente de la patronal de cajas de ahorro: el todopoderoso Isidre Fainé de La Caixa, monopolio con sede en Barcelona que, dicho sea de paso, es uno de los más grandes bancos de España y tiene capital invertido en numerosas empresas importantes de este país. El presidente de Repsol, otro de los más destacados monopolios españoles, fue el antiguo responsable industrial de La Caixa, el catalán Antoni Brufau. Estos son unos pocos ejemplos concretos que sirven para ilustrar una aseveración general, aunque tendríamos mil más para citar. Y no es sólo que el capital catalán esté invertido en empresas españolas, sino que la situación también se da a la inversa. Por ejemplo, la odiada empresa Abertis que gestiona los peajes en Cataluña es catalana y el grupo madrileño ACS de Florentino Pérez es uno de sus más destacados accionistas.
Así pues, en España tenemos un bloque oligárquico-burgués cohesionado. Las disputas entre la burguesía de Barcelona y de Madrid se sitúan en clave de enfrentamientos entre hermanos que se pelean por nimiedades cuando están de acuerdo en lo esencial. Los monopolios catalanes usan el sentimiento nacional para arrastrar a grandes masas de población detrás de su bandera con el doble objetivo de desarmar a las capas populares y a la clase obrera y de conseguir determinadas concesiones de Madrid. Entre estas concesiones se encuentra una mayor autonomía fiscal que permitiría a los gestores políticos en Cataluña mimar mejor a sus burgueses catalanes con el dinero de los trabajadores de este territorio.
Las grandes movilizaciones independentistas como la del 11 de septiembre de 2012 no habrían sido posibles sin el valioso papel jugado por la educación y los medios de comunicación burgueses como medios de transmisión de la ideología de la clase dominante. Estos actos de masas se produjeron en todo momento en las coordenadas políticas dictadas por los empresarios y banqueros autóctonos, e incluso fueron organizadas por sus plataformas políticas, recayendo este papel en el año 2012 sobre la Asamblea Nacional Catalana (ANC).
Quienes ante estas movilizaciones reaccionan con un discurso basado en la “necesidad de obtener primero la independencia”, están ignorando la lucha de clases, están obviando la necesidad de realizar un análisis marxista de la estructura económica antes de formular cualquier propuesta política. A destacar: la formación de la mediana burguesía catalana, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que desde los últimos comicios autonómicos actúa como mera comparsa del partido de los grandes oligarcas catalanes, Convergència i Unió. Apelando a la necesidad de generar las condiciones para la realización del proceso de independencia, CiU y ERC pactaron un “programa de unidad” para la “transición nacional” que incluía “ajustes” de todo tipo: avance en la privatización de la educación y la sanidad y fuertes recortes en funcionariado. [2]
También en las últimas elecciones irrumpió en el Parlament una organización que representa objetivamente los intereses de una pequeña burguesía agraviada por todo pero sin soluciones para nada: las Candidatures d’Unitat Popular (CUP). Esta plataforma electoral se nutría en su programa para los comicios de un amplio abanico de reivindicaciones concretas extraídas de la participación de la militancia de la Esquerra Independentista (EI) en determinadas luchas populares. Ésto, junto a la retórica usada por los representantes de esta candidatura, también personas con un historial considerable de trabajo en la calle a sus espaldas, generó en una parte nada desdeñable de las masas populares la ilusión de que ésta era la organización en la que debían confiar en las últimas elecciones. Pero nosotros, los comunistas, siempre decimos que lo importante no son los discurso grandilocuentes ni las palabras bonitas, sino el fondo del programa político, que debe cuestionar de raíz la dictadura de los monopolios, las estructuras políticas creadas por la burguesía para mantener su poder y debe ofrecer una alternativa que se base en la construcción de poder obrero y una economía planificada. Todo lo que se sitúe al margen de estas coordenadas está destinado a caer de manera ineludible al lado de la burguesía.
La CUP no podía ser excepción. Esta organización, presa de las teorías oficiosas imperantes en la Esquerra Independentista (EI) que niegan de facto la importancia cardinal de la contradicción capital-trabajo y la sitúan en el mismo plano que la nacional o la de género, afronta la cuestión nacional desde una perspectiva poco realista que la lleva a considerar la posibilidad de “pactar” el proceso de autodeterminación con los representantes políticos de la burguesía, al margen de la lucha por el socialismo o en paralelo a ésta, resignándose a esperar que la independencia traerá el socialismo, entendiendo éste como una cosa abstracta. De hecho David Fernández, unos de los diputados de esta formación, aseguraba recientemente que el supuesto proceso independentista permitiría a la “mayoría social” tomar las decisiones en Cataluña. [3] Casi por arte de magia.
Los comunistas afirmamos que el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán no se puede lograr de la mano de aquella clase social, la burguesía, que tiene más intereses en Madrid que en Barcelona. El bloque oligárquico-burgués en España es sólido, está cohesionado y ningún proceso en el que participe la burguesía catalana llevará a la consecución del derecho a la autodeterminación.
Para acabar con la opresión nacional, primero hay que enterrar el sistema que la genera. Para liberar a Cataluña de sus cadenas, antes que nada hay que destruir la cárcel que es el Estado capitalista, garante de los intereses de los empresarios de Madrid, de Cataluña, del País Vasco, de todos los puntos del territorio. Sólo la clase obrera puede lograr esa proeza, mediante la organización y la llegada al socialismo a través de la revolución.
Eso implica la necesidad de la lucha de la clase obrera y la capas populares bajo la bandera de las ideas y las aspiraciones del proletariado, única clase revolucionaria en el capitalismo. El proletariado, guiado por su Partido de vanguardia, debe seguir una política independiente de la burguesía en vez de someterse a su agenda y a sus designios.
La clase obrera organizada debe tomar consciencia de que el camino hacia la resolución de las contradicciones nacionales, igual que el combate por la solución de todos los problemas consustanciales al sistema capitalista tales como la doble opresión de la mujer, el racismo o la desigualdad social, está intrínsecamente ligado a la lucha de clases. Para acabar con esos problemas es condición ‘sine qua non’ eliminar las condiciones materiales que permiten su aparición, lo cual nos lleva necesariamente a la imperiosidad de borrar el sistema capitalista de la historia, para lo cual hace falta acabar con el Estado capitalista.
Es evidente que no se puede acabar con el Estado capitalista, no se puede superar la sociedad actual y, por lo tanto, no se puede resolver la cuestión nacional de la mano de la burguesía.
Como tampoco es sensato plantear que la clase obrera y las capas populares de una sola nación pueden enfrentarse en solitario a todo el aparato represivo del Estado burgués. No se puede concebir una lucha del proletariado catalán contra todo el bloque oligárquico-burgués español que acabe en victoria, pues este último cuenta con la policía, el ejército y los recursos de todo el país para aplastar cualquier intento de revolución en una sola nación.
Los marxistas decimos que el Estado es herramienta de opresión y represión de una clase por otra. Los burgueses de Madrid y Barcelona usan conjuntamente el Estado español para aplastar a sus obreros y por ello es necesario que los trabajadores de todo el país se unan para torcer y aplastar la resistencia de la clase dominante. Ejemplos históricos como la revolución de 1934 en Asturias nos demuestran claramente qué sucede cuando la clase obrera intenta levantarse en un solo territorio del país.
Sólo la lucha organizada de la clase obrera a nivel estatal por el socialismo traerá la libertad al pueblo de Cataluña y al resto de naciones oprimidas del Estado español.
FUENTES:
[1] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2006/06/14/actualidad/1150236005_850215.html
[2] http://www.ciu.cat/media/78434.pdf
[3] http://rac1.org/blog/noticies/programes/el-mon-a-rac1/no-descarto-entrar-en-un-govern-dunitat/
Domènec Merino es miembro del Comité Central de los Colectivos de Jóvenes Comunistas (CJC).