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El pulso continuo del joven comunista con sus padres

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Muchos jóvenes comunistas encuentran la oposición de sus padres a la hora de organizarse. Los padres no entienden los motivos que les conducen a ello, piensan que la etapa de la juventud ha de dedicarse a uno mismo exclusivamente y tienen un gran temor a que terminen lesionados o detenidos. Esta postura se explica por la falta de tradición de lucha durante las últimas décadas, tan diferente a la realidad que perciben los jóvenes hoy en día. ¿Cómo el joven comunista debe afrontar este pulso? ¿Debe esquivar a sus padres o debe dialogar con ellos para que entiendan la estrategia comunista?

La juventud es una etapa en que el individuo termina de conformar su personalidad en base a las experiencias obtenidas en el transcurso de la vida. A diferencia de la niñez o la adolescencia, la dependencia hacia los padres es cada vez menor y son frecuentes las disputas de poder entre padres e hijos.

Este pulso continuo se traslada también a la militancia comunista, cuando el joven decide organizarse en una estructura de masas o en la Juventud Comunista. El grado de aceptación de los padres varía según estos hayan estado implicados en el movimiento político. Como es evidente, resultará mucho más fácil la aceptación por parte de unos padres que han tenido siempre militancia comunista, a la aceptación por parte de otros que siempre han intentado alejarse de los conflictos sociales.

En esta encrucijada, es importante la extracción de clase del joven y su familia. No solo porque condiciona en alto grado su ideología, sino también porque influye notablemente en sus hábitos cotidianos, en su forma de vida.

El joven comunista de familia burguesa o pequeñoburguesa generalmente tendrá una menor aceptación porque sus padres no entenderán cómo decide implicarse en un proyecto revolucionario, si la sociedad en que vive le ofrece posibilidades para mantener o incluso elevar su posición social.

De hecho, la mayor parte de los hijos de la burguesía y la pequeña burguesía, si ya es complicado que asuman una preocupación por la sociedad, aún es más difícil que lo hagan desde una posición marxista, es decir, renunciando a su posición de clase burguesa o pequeñoburguesa. Muchas veces estos hijos de la pequeña burguesía caen en posiciones del oportunismo: se dejan llevar por la primera ola espontánea que surja, ya sea el 15M, Cañamero o Podemos.

No obstante, aquellos que asumen una posición marxista, gracias al mayor volumen de conocimientos adquiridos a lo largo de su vida por las facilidades que han dispuesto, pueden convertirse rápidamente en cuadros teóricos, en intelectuales orgánicos. Un ejemplo fueron los propios padres del marxismo: Marx, Engels y Lenin.

En el caso del joven comunista de familia obrera, la aceptación será mayor en líneas generales, más aún si los padres han estado implicados en el movimiento sindical o en la militancia política. Pero tampoco debemos idealizar el asunto: es una realidad que, en España, desde los años 70, la organización de la clase obrera ha ido disminuyendo cada vez más, hasta los preocupantes límites que encontramos hoy en día, principalmente por dos factores: la falta de un Partido Comunista que actuara como vanguardia en las posiciones políticas de la clase obrera y la falta de unas estructuras de masas, sobre todo una referencia sindical (tras el vacío de Comisiones Obreras), que articulara las diferentes luchas contra las problemáticas cotidianas.

Frecuentemente, el joven de clase obrera se planta ante unos padres que no tienen conciencia de clase y, por tanto, contestan a sus inquietudes con ideas propias de otra clase social, es decir, la burguesía o la pequeña burguesía que hablábamos antes. Entonces, la respuesta que dan al hijo comunista gira en torno a la idea principal de la conciencia individualista: que debería preocuparse más por su vida y no tanto por los demás. Es decir, lo que está diciéndole es que, para solucionar los problemas que se le plantearán como obrero en la vida, debe confiar mucho más en su esfuerzo que en el de sus compañeros, y que su éxito dependerá únicamente de él mismo.

La cual no deja de tener una parte muy cierta, puesto que a la clase obrera nadie le regala nada, siempre ha de conseguirlo ella misma, pero también parte de un grave error. No son conscientes de que durante las décadas en las que ellos han estado trabajando, han podido mejorar relativamente sus condiciones laborales, porque previamente la clase obrera, unida al margen de las individualidades, desempeñó luchas organizadas que pusieron las bases para que pudieran tener un porvenir individual. Sin esas conquistas sociales, por mucho esfuerzo individual que hubieran puesto, solo habrían terminado en la desesperación.

Y es que, a la hora de echar este continuo pulso que muchos jóvenes comunistas se encuentran hoy en día en su casa, la postura que deben adoptar tampoco es la de cerrazón y conflicto permanente con sus padres. Más aún en el caso de padres obreros cuya realidad es precisamente la que aspiramos a modificar mediante la lucha por el poder obrero. Los jóvenes comunistas debemos saber explicar a nuestros padres y familiares la estrategia del PCPE, evitando siempre caer en los esquematismos que muchas veces arrastramos por falta de experiencia.

Por ejemplo, en la mayoría de los casos, cuando hablamos de problemas concretos como la falta de infraestructuras en un barrio o las horas extraordinarias que ellos mismos hacen, la respuesta no es solo despotricar contra el capitalismo como un ente abstracto, sino explicando cómo cada problema concreto se relaciona con el problema general de las relaciones económicas capitalistas. ¿Por qué falta dicha infraestructura? ¿Por qué se exige por parte de los patronos hacer horas extraordinarias? Y tampoco quedarnos solo en la queja, sino proponer la estrategia a seguir para cambiar dicha situación y proponerles la organización en las estructuras del Frente Obrero y Popular por el Socialismo. Entre la familia, entre los amigos y entre los compañeros, el joven comunista sigue siendo comunista y hace labor comunista.

Hay otro elemento fundamental en este pulso. El mayor temor que tienen los padres con respecto a nuestra militancia es que nos pueda pasar algo: que nos lesionen o que nos detengan. Es una reacción normal teniendo en cuenta que ellos han depositado muchos esfuerzos desde niños para que podamos ser adultos.

Por eso nuestra actitud debe ser comprensiva, dialogando con ellos acerca los riesgos que entraña, pero explicando las motivaciones políticas justificadas que nos llevan a asumirlos.

Está claro que es complicado, en algunas familias más que en otras, pero su temor aún es mayor cuando desconocen dónde estamos. Normalmente los padres, cuando hablamos de militancia comunista, piensan en quemar contenedores y tirar piedras a la policía, tal es el modo de operar del izquierdismo que ha sido extendido por parte de la burguesía a todo el movimiento político popular. Por eso, explicar nuestra estrategia de acumulación de fuerzas, alejada de la concepción anarquizante, en muchos casos les lleva a poner más confianza en nuestras acciones.

Para finalizar, con la idea clara de que también hemos de concienciar a nuestros padres, hay algo en que el joven comunista debe ser firme, aunque en un principio obtenga la oposición familiar. Y es en lo relativo a la disponibilidad de horarios para participar en las tareas militantes.

Si bien el joven comunista también debe ser un ejemplo en su vida diaria, ya sea en los estudios o en el trabajo (lo cual tampoco hay que confundir con ser un "lamebotas"), la militancia comunista nos obliga a dedicar un tiempo que muchas veces no llegan a entender los padres. Esto se debe principalmente a que han proyectado en nosotros una idea de lo que desearían que fuéramos y, en la mayoría de los casos, ser comunista no es parte de ella. De hecho, observan la militancia comunista como un estorbo que quita tiempo para esas otras tareas personales que nos permitirían vivir mejor en el futuro.

¿Pero qué futuro nos queda si ni siquiera hay oportunidades laborales para los jóvenes graduados universitarios? ¿En qué podemos pelear si rotamos de uno a otro trabajo temporal, ahora "minijobs", que nos impiden hacer una vida propia? La militancia comunista es una vocación colectiva, que va más allá de lo individual, pero hemos de ser conscientes de que dentro de ese proyecto colectivo, la toma del poder por parte de la clase obrera, también estamos nosotros como trabajadores o futuros trabajadores, y que para vivir mejor en el futuro es necesario organizar un frente obrero y popular que ponga en jaque el dominio de los capitalistas industriales y bancarios. Esto también hay que saber explicarlo a los padres.

En conclusión, el constante pulso del joven comunista con su familia forma parte de la lucha ideológica que debemos librar hoy frente a las ideas del capitalismo en derrumbe. Mientras que la realidad nos da la razón, aún perviven ideas propias de las clases sociales que se agarran al Estado (con sus leyes, su policía, sus multas y sus cárceles) como única forma de supervivencia. Por eso en el ámbito familiar también debemos combatirlas y trasladar a nuestros padres la estrategia comunista.

Solo así entenderán mejor en qué estamos involucrados, confiarán más en nosotros y podremos lograr que se involucren también ellos en la lucha de la clase obrera contra la explotación y la miseria que niega el futuro tanto a ellos como a nosotros.

 


Adrián J. Bertol es Director de Tinta Roja.

 

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