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Vie19042024

Última actualización09:36:03 AM GMT


El ser humano no es egoísta por naturaleza

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Las personas no son buenas o malas, egoístas o sociales, por el hecho de ser humanos. Más bien son de una manera u otra según la sociedad en la que viven. Depende de si es una sociedad que les hace competir o una sociedad que les permite cooperar.

Todas las ideologías responden a los intereses de una clase. Y vamos a dejar claro que esa idea de que el ser humano es egoísta por naturaleza pertenece a la ideología capitalista y a la forma de vivir en la sociedad capitalista.

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En nuestros debates cotidianos, y sobre todo cuando nosotros, los comunistas, explicamos nuestro proyecto revolucionario de una sociedad totalmente nueva, una de las objeciones habituales es algo similar a lo siguiente: "igualmente no funcionaría, el ser humano es egoísta por naturaleza" o "el problema es el hombre en sí, que es un animal individualista". Corrupción, egoísmo, violencia, maldad, individualismo, son cualidades que la psicología burguesa nos ha hecho interiorizar como inherentes al ser humano, cuando esto no es así.

Esta manipulación tiene un recorrido histórico, claro. La psicología de la antigua Grecia, por ejemplo, justificaba su sistema económico y social alegando que había hombres que nacían con características físicas y mentales concretas y que sólo servían para servir, para ser esclavos de los demás hombres, superiores por naturaleza. Así proclamaba Aristóteles y el resto de la clase dominante esclavista, y así lo tomaba toda la sociedad, también los esclavos. En el medievo, la servidumbre se justificaba también con cualidades naturales del ser humano: unos nacían nobles y otros siervos, todo por obra de Dios. Esa división beneficiaba a la clase dominante, quien la extendía a toda la sociedad y ésta lo creía.

Hoy los métodos son más sofisticados, más escurridizos e incluso algunos ideólogos los hacen pasar por progresistas. El capitalismo se edificó sobre la emprendeduría individual, sobre la lucha de hombres contra hombres para ganar "equis" mercado, sobre el egoísmo, la astucia, la ambición y la individualidad como bandera de la propiedad privada. Pero esto no quiere decir que el ser humano tenga estas cualidades por naturaleza y no pueda escapar a ellas. Si aceptamos esto, renunciamos a llegar como especie a una sociedad justa y fraternal. Si negamos la capacidad del ser humano de moldear su carácter y su personalidad hacia el colectivismo, la solidaridad, la fraternidad y la sinceridad, nos abandonamos a un presente y un futuro de miseria, competitividad, traiciones y, en general, lucha encarnizada entre los hombres por la supervivencia.

Nosotros no hacemos eso: sabemos que la psicología humana es reflejo directo del tipo de sociedad en que vive y se desarrolla. Por supuesto, el niño que nace en el capitalismo y es educado en él y para él, tendrá egoísmo, tendrá competitividad y sed de poder, pues en ello se nos educa en esencia. Esto ocurre cuando se nos lanza a pegarnos por las ayudas económicas para estudios, por los limitados puestos de trabajo, cuando se nos vende un estilo de vida que no podemos permitirnos y un canon social que pasa por conseguir el éxito individual, salvando todos los obstáculos. No obstante, muchos hombres y mujeres identifican estas cualidades nefastas en sí mismos e intentan aniquilarlas: el colectivismo y la solidaridad no son la norma, pero existen, nadando a contracorriente de lo que la sociedad burguesa desliza en la educación, el ocio y el trabajo de sus pueblos.

Cada espectro psicológico, que es parte de la ideología de cada clase (la esclavitud natural, la división divina de los hombres y el egoísmo e individualismo natural) responde a un sistema económico-político que quiere mantenerse. También el socialismo, antes que nada el curso de la revolución socialista, educa a los humanos en un nuevo canon psicológico, de igual forma que las sociedades fueron adaptando los suyos al paso de la historia, sirviéndose del tipo de ser humano que necesitaban en cada época para salvaguardar sus privilegios.

El niño que nace en el capitalismo y ve cómo su futuro y su capacidad de desarrollo social y creativo muere cada día un poco más en la degeneración moral y social de este sistema, y comprende la necesidad de superarlo, tendrá la convicción de no ser egoísta cuando haya conquistado, junto con todos los demás explotados, una sociedad colectivista y verdaderamente democrática. El niño que nace en el socialismo y es educado en el trabajo colectivo, la edificación social comunista y la fraternidad entre los pueblos del mundo; ese niño que no debe pelear con los otros por conseguir becas, que no debe ser el mejor académicamente para conseguir un trabajo, que no debe arreglárselas para conseguir una casa, un coche, el acceso a la cultura y al ocio; ese niño que no conoce la propiedad privada sino la nueva idea de aportar cada uno de sus capacidades para cubrir las necesidades de todos; ese niño no será egoísta, no tendrá ninguna motivación -ni tampoco oportunidad- para serlo: tendrá todo lo necesario y su principal cometido no será tener más que los demás, sino aportar con ellos todo lo posible al desarrollo de su pueblo, de su nación, de su estado y de toda la humanidad.

Algunos alegarán que los hombres tenemos un instinto de supervivencia y creerán que esto es un argumento. Efectivamente ese instinto existe, pero tiene distintas formas de expresión: podemos sobrevivir a costa de que otros no lo hagan o lo hagan entre miseria y carencia, o podemos asociarnos para construir colectivamente lo que necesitamos para sobrevivir y desarrollarnos como ninguna otra sociedad ha hecho jamás.

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