"Los pobres necesitamos leer para que no nos engañen (...) ¿Verdad que hay que aprender a leer? (...) y que cuando un orador político hable, ya se hayan leído los buenos políticos, que no engañen al obrero con palabras incomprensibles. Eso, que no nos engañen. Y poder leer los libros donde se habla de los problemas del proletariado, ¿usted comprende? Porque los obreros y el hambre son iguales en un sitio que en otro y él sabía que existían libros donde se contaban historias fantásticas de lo que habían conseguido en otros países gente como él, que era tornero. Saber leer era como vivir por su cuenta, como establecerse en un lugar próspero que daría su fruto."1