Recientemente hemos vivido un episodio de verdadera lucha obrera y popular en el barrio burgalés de Gamonal. Por todos es sabido que esta lucha ha revestido, en determinadas ocasiones, un carácter violento que la ha catapultado a la portada de los medios de comunicación y ha suscitado el interés de muchos grupos políticos.
En una sociedad dividida en clases sociales con intereses antagónicos, caracterizar correctamente la violencia se torna cardinal para entender qué papel juega en la lucha revolucionaria. Los comunistas, con nuestras herramientas teóricas fundadas y contrastadas en la práctica, situamos la violencia en unos parámetros que chocan frontalmente con dos concepciones profundamente arraigadas y extendidas en nuestra sociedad: por un lado la política de la no-violencia y por otro el fetichismo de ésta.