El periodo de la historia de España que hemos denominado Transición Democrática (1975-1982) se nos ha contado, escrito, cantado y televisado desde muchos lugares y con distintas perspectivas e intenciones. Muchos historiadores, incluso de los que se pretenden rigurosos y progresistas, señalan esa diversidad para negar que de la Transición haya únicamente una versión oficial, contada desde los medios mayoritarios y legitimadora del proceso, tachando de exagerados, manipuladores y enrabietados a aquellos que así lo analizamos[1].
Es cierto que historiográficamente hay una enorme cantidad de visiones del proceso, incluyendo algunas muy críticas con quienes se empeñaron y siguen insistiendo en que fue algo modélico por la estabilidad del contexto social y el desarrollo pacífico de los hechos. Sin embargo, a cualquiera que realice con seriedad un análisis crítico, y no tenga intención de legitimar el proceso de transición ni el régimen al que dio lugar, no se le escapará que de dicho proceso existe una visión hegemónica y naturalmente legitimadora, que la burguesía y las elites políticas se encargaron de trasladar a través de sus medios de comunicación desde el mismo comienzo del proceso.
Radio, televisión y prensa escrita: informadores del proceso arrastrando la censura gubernamental hasta 1977