El siglo XX se inauguró en Rusia con una situación tan complicada que incluso cuesta comprenderla:
Siglos de anquilosamiento bajo el sistema feudal reventaron en un puñado de años en que el desarrollo de la producción se había disparado. El sistema de los grandes señores terratenientes seguía siendo el dominante, pero las nuevas familias burguesas levantaron poderosos imperios del capital que empezaron a extenderse en mercados vastísimos; fábricas y bancos consumaron en 10 años la concentración de capitales que en Francia se extendió durante más de un siglo.[1] Surgía una nueva clase minoritaria, pero cualitativamente superior, el proletariado.