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"Cemento" de Feodor Gladkov: todas nuestras viejas ideas puestas boca abajo

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"Cemento" (1928) es la séptima entrega de nuestras novelas recomendadas para el verano. Dentro del estilo realista soviético, su autor, Feodor Gladkov, es capaz de retratar en una sola novela todas las contradicciones de la vida rusa tras la guerra civil (1918-1921), durante los primeros años de la Nueva Política Económica (NEP). El protagonista, Pavel Vlasov, vuelve a su localidad natal tras combatir a los guardias blancos en las filas del Ejército Rojo. Pero a su vuelta no encuentra las cosas como él desearía: la fábrica de cemento que actuaba como pulmón de la economía local está en ruinas, la burocracia asfixia las arterias de la política soviética por culpa del criterio formalista de los funcionarios, su mujer, Dasha Chumálova, no le presta atención como esposa porque se ha involucrado en la vida política y, para colmo, las diferencias sociales vuelven a aflorar con las primeras medidas de la NEP.

Sin duda alguna, una de las mejores novelas políticas, que recibió el premio Stalin en 1949, y que debería formar parte de la biblioteca de todo joven comunista que se precie, a pesar de lo difícil que sea conseguirla tanto en versión digital como en papel. Una clara evidencia de que la Revolución solo es el comienzo en la construcción de la economía socialista y que tras ésta hay que seguir peleando -bajo otras formas de lucha- por la progresiva mejora de las condiciones de vida y contra las viejas clases con sus viejas ideas que frenan la nueva conciencia.

.........

Después de tres años de lucha en el Ejército Rojo, Pavel Vlasov vuelve a casa. Poco a poco se va acercando a la pequeña casita donde vivía con su mujer, Dasha Chumalova, con la cual compartía una hijita, Niurka, a la que apenas había podido conocer por su urgente marcha al frente de guerra. En su cabeza, Pavel se imaginaba que a su vuelta todo volvería a ser como antes. A pesar de que le inquietaba qué habría hecho su mujer durante ese tiempo, todo el cual había pasado sin saber si su marido estaría vivo o muerto, Pavel confiaba encontrar a esa dócil esposa que Dasha siempre había sido.

Pero, por lo pronto, al llegar al hogar, Dasha no estaba ahí. Y no es que tardarse poco en volver, sino que Pavel la esperó largo rato hasta que finalmente regresó. La vecina, una ama de casa en toda regla, ya lo puso un poco al tanto. Desde que Pavel marchó, Dasha estaba todo el día fuera de casa y a la pequeña Niurka la había internado en una casa-cuna. Ni siquiera dormía con la hija en casa, Dasha pasaba todo el día con otras mujeres de aquí para allá e incluso visitaba otras localidades.

Todas las expectativas se le dieron la vuelta a Pavel. Aún más cuando, al volver, Dasha apenas le prestó atención. Ni siquiera estuvo cariñosa con él. Aunque sí mostró sorpresa por el regreso, enseguida lo despachó para ir a dormir pronto porque al día siguiente tenía que madrugar para hacer otra tarea. Pavel quedó desolado. Y exactamente así pasó a la mañana siguiente, Dasha marchó dejándole a él en casa. Sin amor, sin cariño.

Ese día Pavel lo pasó dando vueltas por el pueblo y aprovechó para ir a comunicar a la administración del soviet local su regreso. Así pudo ver cómo todo había cambiado completamente. De la fábrica de cemento, que daba trabajo antes a centenares de obreros, no quedaban más que las ruinas. Todos los antiguos empleados se habían dado a la mala vida, adquiriendo los peores hábitos y dedicando su vida a comerciar por unas cuantas monedas. Aunque aún quedó más horrorizado cuando visitó el soviet local. Una panda de burócratas se habían apoderado de las instituciones e impedían la puesta en marcha del desarrollo económico con miles de trabas absurdas, creadas tan solo para mantener como parásitos su posición en la administración. A la puerta del soviet los obreros y los campesinos esperaban una solución a sus problemas, pero solo recibían respuestas formales para ser despachados con rapidez. Así, el poder soviético había perdido una parte del masivo respaldo que antes gozaba entre la clase obrera.

Pronto Pavel habló con su mujer y sus antiguos camaradas y vecinos para entender qué había pasado en ese periodo. En lo relativo a su mujer, ésta le explicó que tras su marcha había quedado completamente sola y se sentía inútil sin nada que hacer. Por eso tomó la decisión de ingresar en la organización de mujeres, en la cual había adquirido poco a poco prestigio por su iniciativa y compromiso, lo cual le había obligado a internar a su hijita Niurka en la casa-cuna ante la imposibilidad de mantenerla (la cual termina muriendo a lo largo de la novela). Pavel la entendía, pero no comprendía que eso la alejara de él, de su posición como esposa.

Con sus camaradas y vecinos, recogiendo a los más válidos, vieron la necesidad de reactivar la antigua fábrica de cemento, entendiendo que solo así era posible que los obreros abandonaran su vida mediocre en la cual habían caído por no sentirse útiles. Si era el trabajo lo que les insertaba en la sociedad, la fábrica se tenía que volver a poner en marcha. A pesar de ser un enorme trabajo, aún más con las dificultades que suponía la continua amenaza de los guardias blancos que aún permanecían por los pueblos de alrededor, la tarea le animaba a continuar el día a día. Como todos ellos eran obreros y no tenían conocimientos técnicos para las más difíciles cuestiones, se vieron obligados a recurrir al antiguo ingeniero de la fábrica, el cual era conocido en todo el pueblo por haber sido mano derecha de los propietarios antes de la revolución e incluso haber señalado a obreros que luego fueron ejecutados por su posición favorable al gobierno soviético. Éste en un inicio también mostró sus reticencias, pero las felices perspectivas de futuro que abría el trabajo colectivo bien organizado finalmente le animaron a involucrarse en la ingente tarea de articular de nuevo la vida.

Mientras, los comercios, los restaurantes y los negocios del centro de la localidad reabrían sus puertas, siendo frecuentados de nuevo por los más ricos. Era la NEP.

Expropiaciones, discusiones, rivalidades, enfrentamientos, destituciones, venganza, asesinatos, perdón, celos... Todo ello cabe en "Cemento" de Feodor Gladkov (1883-1975), uno de los mejores escritores soviéticos, receptor del Premio Stalin en 1949, experto en plasmar las contradicciones de la vida, en poner al lector boca abajo todos sus planteamientos para luego agitarlos contra las nuevas ideas que genera el comunismo. Si alguien creía que tras la revolución estaba todo hecho, Gladkov se encarga de deshacer completamente sus utópicas ideas. La lucha de clases continúa en el socialismo y con mucha fuerza.

Por desgracia no podemos indicar un enlace para descargar porque aún hoy la novela no está digitalizada. Y además tampoco es fácil de conseguir en papel, pues la última edición, de la Editorial Progreso, data de los años 80. No obstante, animamos al lector a hacer todo lo posible por encontrarla. Es una novela fundamental para los amantes de la narrativa realista soviética.


Adrián J. Bertol es Director de Tinta Roja.

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