Muchos jóvenes de familias pequeñoburguesas y de aristocracia obrera se introducen en el movimiento estudiantil y popular al calor de la crisis general del capitalismo, que les hace empeorar sus condiciones de vida y, por tanto, proletarizarse. Pero estos jóvenes, en un primer momento, trasladan las posiciones elitistas propias de su anterior existencia como clase, las cuales frecuentemente caen en la burla hacia otros jóvenes tradicionalmente obreros con menos estudios y que trabajan en empleos peor remunerados.
La Juventud Comunista, como organización de la juventud obrera, no puede admitir este tipo de prejuicios dentro de sus filas. Los jóvenes de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera tienen un hueco en los CJC, pero deben asumir una conciencia obrera. Si desean mantener sus prejuicios elitistas, pueden entrar en las organizaciones del reformismo que no se plantean organizar la revolución social, sino la conciliación entre las clases.

















